La planta de Bio 4 abre una oferta en el país que ya cuenta con una docena de proyectos. En total, producirán 600 mil metros cúbicos por año. Una réplica de lo que fue el inicio de la industria en Iowa, que lidera la producción mundial de ese combustible
En Iowa, el Estado del centro oeste norteamericano, hay una asociación que en la última década selló una alianza clave para la economía de esa región: la de productores maiceros y la industria del etanol. En la región hay más de 200 plantas similares a la que montó Bio 4 en Río Cuarto. Pero no sólo eso sino que su origen es similar y parte de la asociación de los propios agropecuarios que se reúnen en busca de una inversión de envergadura.
En la Argentina, los principales proyectos se concentran en Córdoba, la provincia que tomó la punta en la industria, favorecida por su producción de maíz. En el país hay una docena de iniciativas que implican unos 1.000 millones de dólares de inversión. Hay cinco de ellas que ya dejaron los papeles y avanzan a paso firme. La primera de ellas está en inicio de producción y es la de Río Cuarto. Pero hay otras como la de Porta en la capital provincial, la de AGD en Alejandro Roca, la de Agrooctanos en La Carlota, o la de ACA en Villa María.
Ayer, un grupo de periodistas argentinos, paraguayos y uruguayos recorrieron Lincolnway Energy, una de esas plantas que se observan desde las amplias e impecables carreteras que conectan el corazón productivo de los Estados Unidos. Allí sí hay claras diferencias entre lo que ocurre en Iowa y la Argentina. Ir desde la Plaza Roca a la planta que recientemente comenzó a operar en nuestra ciudad suele ser complicado, y más aún para los transportes de carga que deben entrar y salir del predio.
Pero no sólo eso, sino que además de tener rutas a disposición en la puerta de Lincolnway, detrás de los silos donde se almacenan los granos de maíz que se utilizan para la producción, los trenes de carga pasan de manera constante.
Formaciones de 50 vagones le permiten a la empresa llevar el combustible a las petroleras. También suelen entregarlo a las grandes estaciones de servicio del lugar, aunque no son demasiadas.
Marta Schlicher es una de las responsables de la planta de Iowa. Fue quien destacó que mientras en Brasil hay un corte con bioetanol que ya llega al 85%, en los Estados Unidos hoy es del 15%. En Argentina es del 5%. Pero la especialista fue la encargada de explicar el consumo de maíz que demandan las plantas de la zona. El 40 por ciento de los granos de maíz ingresan a estas plantas. Pero Schlicher aclaró que en realidad mucho de esa producción vuelve, porque además del etanol, el proceso de destilado produce DDGS, un derivado proteico que representa el 20% de las ganancias de fábrica de etanol. El 30% del grano ingresado sale bajo esa modalidad. En Lincolnway se producen 400 toneladas diarias de DDGS y su destino es principalmente China y Corea, donde es base de alimento animal.
También produce dióxido de carbono, que las pantas destinan especialmente a las fábricas de gaseosas como la Coca Cola. Por último, el proceso genera aceite de maíz. De allí destacan que en realidad se utiliza de manera neta el 20% de los granos para el etanol.
La explicación no es antojadiza, se da en medio de una discusión sobre el destino de los granos: si deben ir a alimentación o a biocombustibles. No es menor el debate. En medio del proceso electoral que poco a poco se va recalentando en los Estados Unidos, hubo dos gobernadores que pidieron que se suspenda la producción de bioetanol por 90 días, por temor a que haya faltante de maíz como resultado de la profunda sequía, la más grave de los últimos 100 años.
Pero la industria destaca que en realidad la radicación de plantas terminará generando una mayor superficie de maíz y por lo tanto reduciría la de soja, generando un beneficio para la conservación de los suelos productivos. Pero en primer lugar la industria destaca las ventajas del etanol frente a los derivados del petróleo en la emisión de dióxido de carbono. Incluso advierten que el proceso industrial provoca 21% menos de emisiones.
Según los cálculos previos, la docena de proyectos nacionales en marcha necesitará unas 400 mil hectáreas de maíz a disposición para operar, algo menos del área que cada año se usa para cultivar soja sólo en el departamento Río Cuarto. Eso implica además un 10% de la superficie total que se destina a maíz en Argentina. Con eso producirían alrededor de 600 mil metros cúbicos anuales.
Patricio Gunning, gerente de Asuntos Corporativos de Monsanto, aseguró que eso en realidad será un estímulo para incrementar la producción de maíz y utilizar mejor la superficie que hoy está subexplotada en el país. “Lo que va a ocurrir no es que se recortará ese 10% de lo que hoy se produce de maíz, sino que ése será el porcentaje de crecimiento de las hectá-reas implantadas porque además para el productor será mejor incluso entregarlo a una industria cerca de su campo que enviarlo a Rosario”, dijo el ejecutivo de la compañía.
Gonzalo Dal Bianco
(enviado especial a Estados Unidos)