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Cristina quiere más cambios en La Nación


Qué gran detalle el de la señora: apenas se enteró de los cambios que desde hoy iba a tener LA NACION, me convocó a la Casa Rosada para aportar también ella sus ideas. Por cierto, me encantaron, incluso las más revolucionarias, aunque no sé si son fáciles de llevar adelante. Por ejemplo, dijo que el diario se iba a ver tan aggiornado que era el momento justo para introducir una ligera modificación en el nombre. “¿No les gusta El Nacional y Popular?”
A estas alturas yo no debería sorprenderme, pero es notable lo que sabe Cristina de periodismo. Cuando la oí hablar de cómo debería ser LA NACION, de quiénes tendrían que dirigirlo, de qué temas nos deberían interesar, de qué cosas no conviene decir una palabra, me sentí un pigmeo ignorante y mi única reacción fue balbucear palabras de elogio y admiración. Cada tanto me animaba y le hacía saber mis dudas sobre alguna cosa que ella proponía, e invariablemente me respondía con un entrañable “Roberts, más de 30 años en esto y no aprendiste nada”.
Apenas llegué me pidió que anotara todo lo que me iba a decir. Como siempre, fue al grano. “A ver, es hora de pegar un golpe en la conducción. Basta de los Mitre, de los Saguier. Tengo la persona indicada: Héctor Timerman, un periodista de raza. Ya dirigió La Tarde, aquel diarucho que salió para apoyar a la dictadura. Después trabajó en Ambito y fue columnista de Mariano Grondona en televisión. Es decir, ustedes no se podrán quejar de su currículum. Además, no saben lo dócil que es. Yo le he pegado a diestra y siniestra, le he prohibido que escriba en Twitter, lo he hecho humillar por Moreno, le llené la Cancillería con chicos de La Cámpora, le hago hacer las cosas más absurdas, y él siempre está dispuesto a poner la otra mejilla. Es un amor.”
Aportó más propuestas: “Con Morales Solá y Pagni ya está bien. Basta. Son tipos tristes y no hacen juego, como diría Pagni, con esta etapa gloriosa que vive el país. A Morales Solá, que sabe tanto, habría que darle un lugar destacado en el Archivo. A Verbitsky le sobra para reemplazar a los dos. Además, el pobre Horacio está desesperado porque dice que en Página lo leen cuatro gatos locos. Yo le vivo diciendo que aproveche y escriba también en los otros diarios y revistas de nuestra cadena, y me contesta que entonces en vez de cuatro gatos van a ser cinco”.
Otras inquietudes. “A Hugo Alconada, que tiene esa obsesión enfermiza por investigar, sobre todo a Boudou, le podemos dar un lugar en la SIDE. Que no se preocupe: en la SIDE también lo seguimos a Boudou. Cuando Alconada vea las carpetas que tenemos de Amado, se muere de emoción.”
Cristina cree que LA NACION debería aprovechar estos cambios de diseño y de propuestas periodísticas para acercarse más a lectores que hoy no se sienten atraídos por su línea editorial. “Para dirigir la revista cultural adn he pensado en Orlando Barone, que ya ha escrito durante años en el diario y se sentía comodísimo. Por supuesto, le vamos a mantener el sueldo de 6,7,8, porque si no, no agarra. Es lógico: en cuatro años ganó lo que no había ganado en 40 de periodismo. Para Deportes el más indicado es Víctor Hugo. Debo reconocer que me equivoqué muchísimo con él, porque nos pegaba tanto que le tomé bronca. Néstor siempre me decía que sabía cómo convencerlo, y fue así: de un día para otro lo convirtió en un soldado. No sé cómo hacía Néstor para lograr esas repentinas conversiones.”
La señora había pensado en todo. Propuso suprimir las columnas editoriales y las cartas de los lectores (en ambos casos habló de feudos de reaccionarios); jubilar a Nik, al que calificó de “obstinadamente poco ingenioso”; publicar las encuestas de Poliarquía en la página de los chistes; entregarle Política y Enfoques a La Cámpora, la revista del domingo a las Madres y la plataforma digital a Aníbal; discontinuar a la Sarlo y a Vargas Llosa con el argumento de que “escriben horrible y no los lee nadie”; dejar de publicar noticias sobre inseguridad (“A un diario como LA NACION no le queda bien esa temática, ¿me entendés?”), y crear una nueva sección diaria, Cadena Nacional, que reproduzca íntegramente los discursos presidenciales. “También podría llamarse Encadenados”, bromeó Cristina, que estaba de excelente humor.
En opinión de la señora, el diario sale bien, pero es bastante previsible. “Tienen que sorprender, dar golpes de efecto. Por ejemplo, que la sección Campo pase a llamarse El suelo es de todos, y el suplemento Countries, Barrios abiertos; que Exterior cambie por Interior y en vez de Obama y la Merkel se ocupe de Capitanich y Milagro Sala; anunciar que Economía será supervisada por Kicillof, e incorporar como cronista a De Vido, aprovechando que lo he dejado prácticamente sin trabajo.”
Con mucho miedo, casi temblando, sobre el final le pregunté si tenía algo previsto para esta humilde columna de los sábados. Se quedó pensando. Para mí fueron segundos interminables. Me imaginé lo peor y se me hizo un nudo en la garganta. La verdad es que me he encariñado con este espacio y me daría muchísima pena dejarlo, incluso para pasar a servir a la causa desde otro lugar más importante.
Pero Cristina volvió a sorprenderme. Me contestó con una pregunta: “¿Columna? ¿Qué columna?”.

Por Carlos M. Reymundo Roberts | LA NACION