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Se volvió al modelo agroexportador de los 50

En el discurso presidencial con motivo del Día de la Industria, se observó claramente la decisión gubernamental de apoyar un proceso de sustitución de importaciones a costa de desalentar las exportaciones industriales. Se afirma que el tipo de cambio actual no está atrasado, o sea que no será necesaria una devaluación superior a la tasa de inflación. Sin embargo, la evolución de los costos en dólares de las industrias exportadoras muestran la existencia de un atraso cambiario significativo. Sus costos en dólares han crecido día tras día indicando que pierden competitividad y que tarde o temprano no podrán seguir colocando sus productos en los mercados internacionales. Sería muy fácil para el Gobierno indagar costos y precios de venta para descubrir que la pérdida de competitividad a partir de fines de 2010 es un proceso ininterrumpido. Un ejemplo elocuente es la industria vitivinícola exportadora que mes tras mes pierde mercados, dada la imposibilidad de subir sus precios FOB de acuerdo con lo que crecen sus costos alimentados por la inflación. El argumento esgrimido en este discurso para justificar la actual política proteccionista de “dólar atrasado”-dificultando y prohibiendo importaciones, prohibiendo o dificultando la compra de dólares para ahorro y todo otro tipo de remesas al exterior- es cuidar el salario real. Razona el Gobierno que más industria sustituta de importaciones implica una mayor demanda de mano de obra, mayor salario real. Pero ignora otras teorías que opinan exactamente lo contrario, afirmando que por culpa de estas políticas proteccionistas se generará un atraso cambiario que ocasionará una menor producción industrial exportadora, caída en la demanda laboral y el resultado neto será un salario real menor. En la industria vitivinícola, por ejemplo, el valor producido es casi 100% valor agregado, típica mano de obra intensiva. ¿Qué pasa con la demanda de mano de obra si esta política proteccionista la destruye? Los que no entiendan bien el tema deberían visitar Mendoza para observar la actividad agrícola, bodeguera, turística, comidas, recreo y múltiples servicios creados por el auge exportador de vinos a partir de 2003. La política del sector externo, a partir de 2003 y hasta 2010 no fue proteccionista, fue un empuje serio hacia la industrialización del país, apoyado en el crecimiento de las exportaciones industriales no tradicionales. Fue la política del “dólar alto” del Sr. Kirchner. En 2011, modificamos el rumbo. Hemos pasado de un proyecto industrial exportador al estilo asiático al modelo agroexportador de los años 50. No es aceptable el argumento que justifica este proteccionismo como mecanismo para cuidar el salario real. Pareciera que el verdadero motivo de esta política de restricciones a la demanda de dólares para evitar una mayor devaluación es el temor a una estampida inflacionaria. El “club de los devaluadores”, como irónicamente se los denomina, sabe bien que el atraso cambiario (parar el dólar) es la estrategia elegida para contener la dinámica de las expectativas inflacionarias. Hay otros métodos para enfrentar la inflación que no pasan por demorar la devaluación y que no destruirían a la naciente industria exportadora argentina.

Por Carlos Balter  | Para LA NACION