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Qué le pasa al mundo que todos nos pegan

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No sé qué corno le pasa al mundo que se están viniendo todos contra nosotros. Cada día vemos una crítica nueva, una condena, un reclamo. Da la impresión de que hicieran fila para pegarnos. No quiero que suene como una amenaza, pero si no dejan de cascotearnos el rancho la señora se va a enojar. Y cuando ella se enoja, tiembla el pavimento. En la intimidad ha dicho que hasta es capaz de llegar al extremo de dejar de comprarse carteras importadas de Louis Vuitton.

La última en aparecer fue la ONU, que está intentando frenarnos la reforma judicial. ¡La ONU! Un organismo que, como todos sabemos, se dedica a desestabilizar gobiernos en los cinco continentes. Para peor, la que firmó el furibundo comunicado, en el que nos acusan de quitarle independencia a la Justicia, es una brasileña, Gabriela Knaul, a la que enseguida pretendieron presentar como una jueza prestigiosa e insobornable. “El problema es lo de insobornable”, nos dijo Zannini, un especialista en acortar camino.

Pero no es sólo la ONU. El FMI amaga con suspendernos por ese temita de las cifras del Indec; en el gobierno norteamericano y también en el Congreso ya no quieren saber nada de nosotros; el Ciadi promete tempestades si no pagamos los juicios que perdimos; la justicia de Suiza ha empezado a investigar las cuentas de Lázaro Báez; en Repsol todavía se están riendo con la indemnización que les ofrecimos por haberles afanado YPF; no sé si tendrá que ver con eso, pero el lunes España nos mandó un funcionario (de segunda línea: hace rato que no viene nadie importante), se suponía que para hacer las paces, y el tipo salió de la Casa Rosada hablando pestes de nosotros.

Allí no terminan las penurias. Brasil, nuestro vecino, nuestro hermano, nuestro principal socio, bajó la cortina de Vale en Mendoza, la mayor inversión que tiene el país, y se mandó a mudar, y también está haciendo las valijas en Petrobras; en la Organización Mundial del Comercio (OMC) nos insultan en arameo porque dicen que cerramos las importaciones y contrariamos todas las normas, y los medios, otra vez los medios: estos últimos días aparecieron notas agraviantes en The Wall Street Journal y en Le Monde, dos pasquines de cuarta.

La situación parece desesperante, pero por suerte nos estamos organizando para contrarrestar esta ola. Vamos a defendernos en todos los frentes, siguiendo una estrategia que mis amigos de La Cámpora han diseñado muy bien. Se las cuento.

Lo de la ONU vamos a ponerlo en manos de Diana Conti: va a ir a explicarle a la tal Knaul eso de que el que gana las elecciones se tiene que quedar con los tres poderes, que la democracia es una convención y que Cristina es eterna. “Pan comido”, ha dicho la Conti respecto de su misión.

Para explicar al FMI las cifras de la inflación hemos pensado en Lorenzino, garantizándole reuniones en inglés y no en griego. Él nos garantizó que no se va a escapar.

A Estados Unidos enviaremos a Timerman (sin alicate, por supuesto). Es un canciller dúctil, un todoterreno: sólo hay que darle un libreto, se lo aprende de memoria y después lo repite. Lo acusan de que no se le cae una idea, pero ése es el error: creer que lo pusimos allí para pensar.

A Suiza irá Boudou, porque es un país con un sistema financiero complicado, que hay que conocer. Lo mismo su justicia: el expertise de Amado en cargarse jueces y fiscales puede resultar fundamental. Llevará una pequeña comitiva, de no más de 120 personas, incluidos Vandenbroele y Fariña.

Del Ciadi y la OMC se encargará Moreno. Aunque lo suyo es el comercio interior, encabezó las misiones a Angola y a Vietnam. Con ambos hoy tenemos menos intercambio que antes de los viajes, pero sólo por un problema de cultura, idioma, desorganización, improvisación, apresuramiento y desconfianza mutuas. Nada que no se pueda solucionar. La idea es que Moreno lleve a aquellos organismos multilaterales la estirpe negociadora que le conocemos aquí, y que cuando se encuentre con tipos pesados que quieran intimidarlo con guantes de boxeo, él los enfrente con el manual de los derechos humanos.

El problema es España. Se ofreció Kicillof, pero no estamos seguros de que hablando de la plusvalía y esas cosas que le gustan a él vaya a convencer a los buitres de Repsol y al facho de Rajoy. Además, no sé: es como que a Kichi se le fue el tren. La señora no le da ni la hora. Tengo miedo de que pegue el portazo y vuelva a los tiempos en que, como estudioso de la economía, acusaba al Indec de truchar los índices.

Tampoco es fácil Brasil. Cristina se ocupó personalmente del tema y no consiguió nada. Ellos dicen que les cambiamos las reglas de juego, que es una locura no poder girar dividendos, que en esta Argentina no conviene invertir un peso. Bueno, si no están a gusto que se vayan. Ahora resulta que estos brazucas se quieren hacer los alemanes.

Nosotros, muy tranquilos. Todos los que hoy nos condenan -países, instituciones, organismos, corporaciones, personalidades, medios- mañana vendrán de rodillas a pedirnos perdón. Se rendirán ante la evidencia de un país que crece, avanza y es feliz. De hecho, llegamos hace sólo 10 años y ya hemos logrado exportar el modelo nada menos que al Vaticano y a Holanda.

Por Carlos M. Reymundo Roberts | LA NACION