Hay muchas preguntas para hacerse, y sus respuestas no son sencillas.
Una foto puso en alerta a toda la dirigencia política. La foto que se tomaron, juntos, el primero de mayo pasado, en Córdoba, el anfitrión, José Manuel de La Sota, el diputado Francisco de Narváez, el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, el líder de la CGT disidente, Hugo Moyano, y el representante de los trabajadores rurales, Gerónimo Venegas.
Hay muchas preguntas para hacerse, y sus respuestas no son sencillas. Vamos por partes. ¿Es una foto vieja, como sugirió Mauricio Macri, un tanto despechado por lo que consideró un desplante de Lavagna, con quien venía conversando para que se transformara en el primer candidato a senador en la Ciudad? Depende del lugar desde el que se lo mire. Un dato incontrastable es que casi todos los que estaban allí sintonizan con las nuevas demandas sociales que se fueron planteando en las últimas tres movilizaciones autoconvocadas. Es verdad que ninguno aterrizó en la política ayer, pero también es cierto que todos, incluido el propio Moyano, están haciendo un gran esfuerzo para sintonizar con la parte de la Argentina que quiere una justicia no domesticada y mucho de sentido común.
El intendente de Tigre, Sergio Massa, parece coincidir con Macri con que se trata de una foto vieja, pero por distintas razones. Mientras el jefe de gobierno de la Ciudad desconfía porque entiende que detrás de la convocatoria de Córdoba está también el fantasma del gobernador Daniel Scioli, el intendente de Tigre la rechaza porque siente que se trata de un núcleo cuyo único objetivo es oponerse a Cristina Fernández, sin reconocer lo bueno que se viene haciendo desde 2003.
Mientras Macri considera que no le genera confianza ni un Scioli que apoya la reforma judicial ni un De la Sota que lo convocó más de una vez para sacarse una foto pero que a la hora de trabajar juntos lo colocó fuera del proyecto peronista, Massa lidia con sus propias encuestas. Según esos números, cualquier declaración considerada muy opositora le quitaría un considerable caudal de votos. Y cualquier postura percibida como cercana al gobierno nacional, también.
Los que se abrazaron y subieron al escenario en Córdoba piensan de otra manera. Creen que para ganarle al cristinismo en octubre de 2013 no solo hay que parecer, sino también ser. Dicen que hay que evitar, de cualquier manera, que Cristina Fernández imponga una reforma sui generis de la Constitución para después instalar su propia reelección. Aseguran que si no se derrota al oficialismo en octubre se corre el riesgo de tener que soportar a la Presidenta hasta 2019. Tanto de la Sota, como de Narváez y Lavagna aceptan que es muy difícil que las figuras de Moyano y de Venegas sirvan para aportar votos, pero que ambos son imprescindibles para evitar la conformación de un nuevo fraude electoral.
Van a poner todos los fiscales que sean necesarios. Y eso es mucho más de lo que cada uno de nosotros puede empujar, reconoció uno de los armadores de la foto del día del trabajador.
Un alto dirigente del PRO me dijo que Moyano era piantavotos. Y que en todas las encuestas cualitativas prevalece su imagen negativa por sobre su reconocimiento. Pero también admitió que la demanda de la gente, y no solo en la Ciudad, es que la oposición se una, se organice y le ponga límites a la Presidenta de la Nación. Para ese último punto, hay muchos argentinos consultados que piden el apoyo de los sindicatos más poderosos, porque piensan que con la oposición política no es suficiente.
Por todo eso, la foto de Córdoba puso al macrismo en estado deliberativo y lo volvió a partir en dos. Están los que sostienen que hay que consolidar la identidad, aunque todavía no se logre acumular la masa crítica como para ganar una elección presidencial. Y están los que creen que hay que aliarse con el peronismo disidente en las próximas elecciones, para después plantear una gran interna donde el candidato a presidente sea el que consiga más votos. Los primeros escuchan los consejos de Jaime Durán Barba y están muy dolidos con Lavagna.
Fuimos muy generosos con Roberto. Acordamos que sería nuestro primer senador en la Ciudad detrás de Gabriela Michetti. Quedamos en que después iríamos a una interna, con el propio Mauricio, para dirimir el próximo candidato a presidente en 2015. Sin embargo, en la primera de cambio, fue y se sacó una foto que atrasa por lo menos cinco años, me dijo alguien muy cercano al jefe de gobierno.
No importa cuántos nos subamos al escenario de la victoria el día de la elección. Lo importante es que Mauricio esté ahí. Que ganen los candidatos de PRO en la Ciudad y en Santa Fe y que aparezcan mezclados en las listas de la provincia de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos, me explicó un representante del ala acuerdista. El está seguro que, antes del cierre de listas, Macri y de Narváez van a lograr un entendimiento mínimo. Algo que les sirva para sumar a los dos.
El Pro-acuerdista moviliza a la militancia para que siga pintando las paredes de amarillo con la consigna Mauricio 2015 pero interpreta que, lo que va a definir la elección presidencial no es tanto la imagen de cada dirigente sino el grado y la velocidad del deterioro de la economía nacional. Si la crisis se profundiza pero a un ritmo más o menos lento, como hasta ahora, Scioli tendrá la gran oportunidad de su vida. Si la caída de la imagen de Cristina se acelera, Massa se presentará como candidato a diputado nacional y todas las especulaciones que estamos haciendo se habrán ido al diablo. Y en este caso, no descartes la posibilidad de que Sergio y Mauricio trabajen en algún tipo de acuerdo para integrar el mismo espacio.
Pero ni nos seguimos peleando cada vez que aparece una foto que no nos gusta o un gesto que consideramos una traición, la única beneficiaria va a ser Ella, y la gente nos va a pasar una factura más grande que la de octubre de 2011, pronosticó el armador. El tipo está todo el día con una libretita en la mano. Sube y baja candidatos de listas que nunca se terminan de cerrar. Al cierre de esta edición, me aseguró que los malos entendidos con Lavagna ya se habían superado.
Por Luis Majul para El Cronista