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La Argentina, un país…con muchos aplazos y sin atractivo para invertir

Los malos resultados en varios indicadores, como la inflación, el crédito y el ritmo de las exportaciones, hacen que las empresas decidan no volcar su dinero en el mercado local; es la peor performance de la región.

Si la Argentina fuera un alumno, su boletín de calificaciones exhibiría un “aplazado” gigante. Es ése el sello que las empresas le estampan al país cuando comprueban que éste es reprobado en ocho de diez tópicos requeridos para ser considerado un buen lugar para hacer negocios. No sólo eso: además de cargar con el estigma de ser un mal “estudiante”, tiene el peso de haberse convertido en la oveja negra de la “clase”, puesto que, en el mismo contexto, el resto de la región sí obtiene buenas notas.

El dato no es menor, si se tiene en cuenta que de la evaluación que efectúan las empresas sobre distintos indicadores de una economía depende el nivel de inversión que volcarán en ella. ¿Por qué es importante que una compañía elija el país para instalarse o invertir? Un ejemplo responde esa pregunta: 60% de las exportaciones chinas están hechas por empresas extranjeras instaladas en el gigante asiático.

Marcelo Elizondo, director de DNI, consultora que elaboró un índice que mide la posición argentina en la región para el desarrollo de negocios internacionales, dice que en un mundo donde todo está integrado es crucial ser atractivo para las empresas. “Hoy las relaciones entre las firmas de alianzas y acuerdo estratégicos, más que de esporádicas compraventas -explica el consultor, autor del informe ¿Cómo está en el ten topics el doing business en la Argentina?-. Es muy difícil exportar si no se importa y si no se recibe inversión extranjera”.

Es justamente la inversión uno de los ocho puntos en los que el país hace agua. Los US$7423 millones que captó como inversión extranjera directa en 2011 (último año sin la distorsión causada por la prohibición de girar utilidades) la ubican sexta en ese ítem en la región, detrás de Brasil (66.660 millones), México (19.440 millones), Colombia (13.234 millones), Chile (17.299 millones) y Perú (7659 millones).

Como reflejo de eso y dado que no es un fuerte inversor externo, tampoco la Argentina se muestra como un país con grandes empresas que inviertan en el exterior. Así, mientras que México y Chile desembolsaron en otros países US$ 12.000 y US$ 11.000 millones, respectivamente, la Argentina sólo destinó US$ 1000 millones. Según DNI, sólo hay cuatro empresas locales entre las 60 principales multilatinas de la región. Pocas, si se las compara con las 25 de Brasil, las 13 de México o las 12 de Chile.

Para Juan Luis Bour, economista de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), la inversión extranjera sólo puede huir de la Argentina, porque además de que no existe aquí un horizonte diáfano para las empresas locales, para las extranjeras lo único claro (como señaló el empresario mexicano Carlos Slim) es que no habrá dólares para girar utilidades al menos hasta fines de 2015. “No es un escenario atractivo, sin dudas”, remata el economista.

Es claro, para Bour, que en un país en el que el riesgo de default medido por CDS ( credit default swaps ) supera los 3500 puntos o el rendimiento de un bono a dos años es más que 15% anual en dólares, no hay mucho apetito por invertir. La razón, observa, es que esos indicadores señalan que falta un puente entre el presente y el futuro, que hay a la vista un “corte” que impide hacer el cálculo económico para cualquier inversión.

Además del “bochazo” en inversión, el país se lleva otras siete “materias”, relacionadas con su grado de atracción para las empresas: exportaciones bajas; pertenencia a un bloque comercial de capa caída (Mercosur), alto gasto público, escaso crédito al sector privado, inflación por las nubes, menor crecimiento del PBI y baja diversificación geográfica de sus polos productivos. Sólo aprueba en desempleo y tamaño del mercado.

El estudio de DNI muestra que, si se analiza la evolución de las exportaciones argentinas en comparación con las de los vecinos, el país tampoco aparece en una situación que justifique una preferencia en las decisiones de las empresas internacionales en términos de planes de expansión, inversión y crecimiento de comercio.

La Argentina tiene la tasa más baja de crecimiento de exportaciones en América del Sur en una década. Según Elizondo, eso se explica porque tiene una magra tasa de inversión, una alta presión tributaria sobre los productos transables y una inflación de costos sólo superada por la de Venezuela. Las cifras son rotundas: según DNI, entre 2000 y 2012, las exportaciones locales crecieron 210%, menos que las peruanas (546%), las ecuatorianas (403%), las brasileñas (343%) y las chilenas (316 por ciento).

Está claro que el país tiene un problema de generación de oferta exportable, entre otras cosas, por la traba para importar insumos básicos. Pero además hay un segundo aspecto que reduce las ventas externas y que se conoce como el problema de la antigüedad de los mercados. “La Argentina tiene bajísima vinculación con los 50 países que más crecieron en los últimos cuatro años -analiza Elizondo-. Aún mantiene como principales mercados a Holanda, España y Estados Unidos, propios del siglo XX, y no ha desarrollado vínculos con los que se fortalecieron luego de la crisis, como Malasia, Indonesia, Taiwan, Sudáfrica, Estonia y Singapur.”

En tanto, si no fuera por Venezuela, el país tendría el récord de inflación en la región. Si se quiere ver el efecto que eso tiene en la voluntad inversora de las compañías, pocos casos son más ilustrativos que el de la minera brasileña Vale, que hace tres meses abandonó su millonario proyecto para extraer potasio en Malargüe, Mendoza. La firma había estimado un presupuesto que ahora se le había casi duplicado, por el aumento de costos en mano de obra y construcción.

Milagros Gismondi, economista de la consultora Empiria, comenta que, al igual que Vale, lo que necesita cualquier empresa que decide invertir en un país es planificación, que es justamente lo que un contexto inflacionario impide. Esto aplica tanto para firmas que vengan desde afuera como para la que ya está en el país y debe definir si construye una nueva planta para aumentar su producción. “Aun ya instalada aquí y con un mercado asegurado, no tiene certidumbre sobre cuánto tardará en amortizar esa inversión”, dice Gismondi.

Para peor, lo que antes ayudaba, ahora juega en contra. La Argentina tiene en el Mercosur su principal alianza estratégica internacional, que fue durante muchos años la razón que justificó la inversión extranjera directa y que es hoy su principal socio comercial. Sin embargo, la pertenencia a este bloque no aparece actualmente como un atractivo para los negocios.

El bloque fue en 2012 el único en la región cuyo comercio (incluso el intrarregional) descendió. Sus exportaciones cayeron el año pasado 2,2%, mientras que las del Nafta crecieron 6,3%, las de la Comunidad Andina, 5,1%; las del Mercado Común Centroamericano, 5,5%, y las de la Asociación Interamericana de Integración, 1,8 por ciento.

Para Jorge Vasconcelos, investigador jefe del Ieral, este declive del bloque está relacionado con el hecho de que, ante el deterioro de su competitividad, tanto Brasil como la Argentina reaccionaron con medidas proteccionistas. El economista precisa que, por una cuestión de tamaño de sus mercados, esto perjudicó más a la segunda que al primero. “Los países andinos también tuvieron problemas de apreciación de su moneda, pero actuaron de manera distinta, con menos proteccionismo”, destaca.

Si para definir dónde volcará su dinero una compañía sopesa la posibilidad que tendrá de contar con crédito, no será precisamente en la Argentina donde posará su vista. El crédito privado en el país, medido en porcentaje del PBI, tiene el nivel más bajo de la región. Su 15% está lejos del 71% de Chile, el 61% de Brasil o el 45% de Colombia, pero también se ubica por debajo incluso de Paraguay (41%), Ecuador (33%) y Perú (26 por ciento).

El consultor Pablo Curat, de Curat, Martínez Larrea y Asoc. Consultores de Bancos y Empresas, explica que el hecho de que el sistema financiero argentino se fondee casi exclusivamente con depósitos transaccionales constituye un límite objetivo a la capacidad de crecimiento de los préstamos bancarios a las familias y a las empresas, tanto en volumen como en plazo.

Otra materia que el país se lleva a “recuperación” es el gasto público, indicador que exhibe la participación del Estado en la economía y que puede ser reflejo de niveles de presión tributaria, entre otras consecuencias que erosionan la rentabilidad de una empresa. Esa cifra es en la Argentina de 42,6% del PBI, la mayor de la región, sobre Brasil (37,3), Colombia (26,7), Chile (23,9) y Perú (19,3).

Como señala Vasconcelos, lo que más teme una empresa cuando analiza el alto gasto público de un país es la relación que suele tener ese indicador con el aumento de la presión tributaria o con el incremento de los costos internos, porque esa mayor erogación se financia con más impuestos o con mayor inflación. De hecho, la presión impositiva local (47%) es también la más alta de América latina.

Ahora bien, un inversor puede mirar además el grado de dispersión geográfica que tiene la producción en un país. “A mayor cantidad de regiones productivas, mayor es también la energía económica; mientras que un solo polo tiende al agotamiento”, afirma Elizondo. La Argentina también reprueba este punto, ya que tiene mucha concentración en el eje Buenos Aires-Rosario, algo que impone límites de comunicación, de logística y de recursos humanos disponibles.  

 

 

Una oportunidad perdida en el mejor momento de la región

 

Los malos resultados de la Argentina en indicadores que resultan cruciales para una empresa en el momento de decidir dónde colocar su dinero son aún más preocupantes si se toma en cuenta que se producen en un período de buen pasar económico para América latina, algo que el país debería aprovechar.

Entre 2000 y 2010, el producto bruto interno (PBI) de la región pasó de US$ 2,2 billones a US$ 3,3 billones, al tiempo que el PBI per cápita subió de US$ 4200 a US$ 5800, según precisa la consultora DNI (Desarrollo de Negocios Internacionales). Además, en igual período bajó su tasa de pobres de 40% a 28% de la población, y su clase media subió de 42 a 50 por ciento.

Marcelo Elizondo, director de DNI, dice que América latina ha ganado un espacio creciente de relevancia internacional, lo que es demostrado por su participación en varios sectores estratégicos mundiales. “Produce la mitad de la soja del mundo, genera un tercio de la carne, elabora casi un cuarto de la leche y provee el 45% del cobre”, detalla el consultor.

Es más, las estimaciones auguran que 2013 será otro año de buen rendimiento. Las proyecciones indican que el PBI de la región crecerá 3,3%, mientras que el mundo lo hará a un ritmo de 3%; Estados Unidos, a 2%; Japón, a 1,1%, y la eurozona, a 0,2 por ciento. Sólo Asia la superará, con 6,8 por ciento.

Pero la Argentina se empecina en desaprovechar el viento de cola. Basta escudriñar la evolución de fusiones y adquisiciones de empresas en la región, para comprobar cómo el país queda cada vez más rezagado en comparación con sus vecinos. Un estudio de Crowe Horwath, una de las mayores firmas globales de auditoría y consultoría, muestra que mientras América latina tuvo operaciones por US$ 42,7 mil millones en el segundo trimestre de 2012 (140% más que el año anterior), la Argentina volvió a perder posiciones “producto de las políticas gubernamentales del último tiempo”. El país descendió un puesto y quedó quinto, detrás de Brasil, Perú, Colombia y México.

Por Carlos Manzoni  | LA NACION