Desde hace casi dos años rige una fuerte restricción al libre acceso de divisas en la economía argentina. Quien quiera disponer de dólares, euros, reales o cualquier otra moneda extranjera, ya sea para ahorro, un viaje al exterior o los motivos que fueren, debe acudir al mercado paralelo (ilegal).
Sólo empresas autorizadas para importar determinados bienes pueden obtener divisas extranjeras en el mercado oficial.
Esta restricción es obvia consecuencia de una economía que se ha quedado con pocas divisas o, en términos económicos más precisos, de una economía que tiene un claro exceso de demanda de divisas a los valores de intercambio que rigen en el mercado oficial.
¿Qué ha sucedido que nos hemos quedado con pocos dólares? Si bien han pasado muchas cosas, una importante tiene que ver con el estancamiento e incluso retroceso del flujo de dólares proveniente de aquellas fuentes generadoras más genuinas que tiene el país, que son los sectores exportadores vinculados con las actividades agroindustriales.
Este punto se puede ilustrar con dos ejemplos.
El primero de ellos tiene que ver con la cadena del trigo y sus derivados. El infortunio climático y la continuidad de una política económica de consecuencias previsibles (fuerte intervención en el mercado) se han conjugado este año de forma tal de lograr una situación de escasez de excepción, que inexorablemente llevará a un fenomenal ajuste en las ventas al mundo de productos de la cadena.
En los primeros cinco meses de este 2013, y consolidando lo sucedido con las exportaciones de trigo y de harina de trigo, el complejo ha reducido sus exportaciones en US$ 930 millones, cifra que representa un 1,1% de las exportaciones totales del país y el 7% del saldo de la balanza comercial del año pasado.
El segundo ejemplo tiene que ver con las carnes. En el año 2007 Argentina exportaba carnes (aviar, porcina, bovina y caprina), por valor aproximado a los US$ 1800 millones. En el año 2012 las exportaciones de estos mismos productos alcanzaron los US$ 1700 millones. Las ventas de carnes al mundo generan menos divisas que años atrás. ¿Se repite este desempeño tan poco satisfactorio en otros países exportadores de carnes? Repasemos las cifras de dos vecinos, Brasil y Chile. El primero exportó por US$ 12.800 millones en 2012, un 42% por encima del 2007, mientras que el segundo lo hizo por US$ 780 millones, creciendo un 39% en el mismo período.
Si la Argentina hubiese copiado la trayectoria de las exportaciones de carnes de sus vecinos, tendría actualmente unos US$ 700 millones de dólares adicionales provenientes de estos complejos exportadores.
Este tipo de cuentas, hechas para las cadenas del trigo y de las carnes, podría repetirse en otras que muestran también pobres desempeños exportadores en el período reciente.
En síntesis, para no seguir estimando los dólares que podrían haber generado nuestras cadenas agroindustriales, resulta importante revisar qué ha sucedido con la economía de la Argentina en estos últimos cinco o seis años, entender dónde residen las diferencias en materia macroeconómica, de entorno de negocios y/o de funcionamiento de mercados con nuestros vecinos, y realizar los cambios de política que se requieran a los efectos de recuperar la capacidad de generación de valor y divisas de nuestros sectores más competitivos en el mundo.
Por Juan Manuel Garzón | Para LA NACION