Un choque de automóviles es un intento de demostrar la impenetrabilidad de la materia por el absurdo. Es una broma ideada por el talentoso Jorge Sosa, ampliamente conocido por la bella letra de “Otoño en Mendoza”, canción cuya versión más famosa es la de Mercedes Sosa.
Sólo quien no sabe que “un clavo saca a otro clavo”, según el ideario popular, podría recurrir a tal experimento para probar que la materia es impenetrable.
Lo que no es una broma es que la Argentina ha conseguido tener el trigo más caro del mundo . ¿Por qué? Porque a Guillermo Moreno se le ha ocurrido demostrar por el absurdo la existencia de las leyes del mercado.
¿Puede uno de los más eficientes productores de trigo del planeta quedarse sin suficiente producción y sufrir escasez? Está probado que sí, gracias a las políticas de Moreno.
¿Habría manera de solucionarlo? Sí, en el mediano plazo se requiere cambiar esas políticas. En el corto plazo, hace falta importar trigo. Como Moreno no lo tolera y lo impide, ocurre la segunda demostración por el absurdo.
¿Puede uno de los más efectivos productores de trigo del mundo tener que pagar en su mercado interno el trigo más caro del mundo? Sí.
Un informe del Ieral de la Fundación Mediterránea califica la situación de “sorprendente” por las siguientes razones: a) la Argentina siempre generó grandes excedentes de trigo, es decir, históricamente produjo mucho más trigo que el que consumimos localmente; b) lo que sucede en la Argentina no se observa en otros países productores; c) la Argentina exportará muy poco trigo este año (en relación con lo que es habitual).
“Los consumidores argentinos enfrentan actualmente el trigo más caro del mundo. En el Mercado a Término de Buenos Aires hay quienes han pagado más de 500 dólares la tonelada y en los últimos días, más de 600 dólares. En el Golfo de México, región que genera la referencia más fuerte de precios internacionales, el trigo ha promediado los 300 a 320 dólares la tonelada, es decir, se encuentra en un rango de precios como mínimo 40% por debajo del que hay en la Argentina”, destacó el trabajo firmado por Juan Manuel Garzón.
Y señala que las causas son una suma de “mala praxis de política económica e infortunios climáticos”. Los problemas climáticos no están en la esfera de lo que se puede cambiar con decisiones humanas. Aunque personas, compañías y gobiernos son responsables de estar mejor o peor preparados para un clima adverso.
Pero las políticas económicas son entera responsabilidad de los gobernantes. ¿Hay un modo de moderar el precio del pan más común, que vale hoy por kilo alrededor del doble que el atado de 20 cigarrillos más caro? Sí, el trigo es transable internacionalmente. Es decir, el precio local debería ser muy parecido al internacional.
Hay bienes que están “naturalmente” aislados del precio internacional. Ejemplo: el tomate. Es frágil, perecedero, para transportarlo grandes distancias requiere frío, que es muy caro.
Por eso podemos ser inundados por chucherías chinas que requieren mucha mano de obra, pero no por tomates frescos, que también requieren mucho empleo. De modo que para que haya más oferta de tomates frescos y bajen los precios hay que esperar que crezca la producción local.
Pero el trigo puede importarse con facilidad. Con la misma facilidad con que la Argentina lo exportaba hasta que a Cristina Kirchner y Guillermo Moreno se les ocurrió “defender la mesa de los argentinos” evitando que el precio local fuera parecido al internacional.
Es curioso. A la Presidenta le encanta decir que los asalariados argentinos tienen, medidas en dólares, las mejores remuneraciones de América latina. ¿Por qué no podrían entonces pagar un precio del trigo parecido al internacional?
La teoría económica dice que si se mantienen políticas distorsivas de los valores de mercado de manera permanente se producirán grandes distorsiones. Excesos de demanda, caída de oferta, problemas de abastecimiento, disparadas de los precios. O todo junto.
Moreno parece haber querido demostrarlo, pero por el absurdo. Es como querer demostrar que la ley de gravedad existe saltando por la ventana de un piso alto.
“Si tienen éxito, habrá que cambiar todos los libros”, decía en el inicio de los controles de precios Juan Carlos de Pablo.
Más bien parece que Moreno debe resignarse a que se cumpla la admonición de los ruralistas, quienes en medio de la batalla por las retenciones advertían que íbamos camino a la importación.
POR JORGE OVIEDO – LA NACIÓN