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Qué significa para la Argentina la renovación por 18 meses de la licencia para el glifosato en Europa

El 30 de junio pasado era la fecha límite para que la Unión Europea definiera de manera favorable o desfavorablemente sobre la renovación de la licencia de uso de glifosato en el territorio europeo.
Previo a ello un comité científico tuvo que dictaminar técnicamente a favor del uso de la molécula en cuestión para luego proceder a la votación de un comité de expertos.
Pero claramente el glifosato es una molécula fuertemente cuestionada por grupos de presión ciudadanos, lo que convirtió una decisión técnica en consideraciones políticas de peso. Y la necesidad de mantener un vínculo fluido con los distintos públicos complicaron las votaciones.
Los compradores del exterior están cada vez más atentos a cómo se aplican fitosanitarios. Foto: Archivo
La primera de ellas fue el 6 de junio y, frente a la abstención de algunos de los países miembros del comité de expertos, otros países se retiraron haciendo caer la votación
Esto trajo aparejado un impasse en la toma de decisiones que complicaba el panorama del glifosato en Europa.
¿Qué alternativas se barajaron en ese momento? Había tres caminos posibles: que el comité de expertos se reuniera y si votaba de acuerdo al dictamen científico aprobara el uso de glifosato por 15 años más. Que el comité al votar diera de baja el glifosato y, otra alternativa, era que nunca llegaran a un punto concluyente y llegado el 30 de junio se produjera la baja automática del glifosato.
Pero surgió una nueva alternativa frente a la ausencia de decisiones del comité de expertos, ya que el Comisionado de Salud y el Comisionado Agrícola decidieron otorgar al glifosato un período de análisis y evaluación de 18 meses que vencen el último día de 2017.
Esta postergación de la decisión tiene una importante relevancia en el comercio internacional de la Argentina, claro proveedor de pellets y harina de soja para la Unión Europea, permitiéndole mantener un flujo sostenido de las exportaciones hasta el final de 2017. Pero, a su vez, permite adecuar las estructuras productivas a la posibilidad que, llegado el plazo límite, la Unión Europea decida dar de baja al glifosato y entonces los productos que exportemos tengan que ingresar con un límite máximo de residuos de 0,1 ppm.
Todas las exportaciones de productos agropecuarios están preparadas para asegurar límites máximos de residuos de fitosanitarios de acuerdo a los requerimientos de los compradores del exterior, pero no lo están si esos límites cambian drásticamente en cuestión de semanas.
A su vez, la caída de la licencia del glifosato en Europa podía acarrear decisiones políticas similares en otros mercados de exportación.
Está claro que, más allá de los criterios científicos a favor o en contra del glifosato, existe un fuerte cuestionamiento político creciente desde las sociedades urbanas con respecto a esta molécula. Y debemos entonces adecuar nuestros procesos productivos, para minimizar el uso de agroquímicos, asegurar los límites máximos de residuos aprobados por los consumidores de los distintos países, incluido el nuestro, y hacer una actividad agropecuaria sustentable y certificada por organismos que aseguren a nuestros vecinos, compradores y consumidores la inocuidad de los productos que comercializamos.

Luis Mogni, consultor privado, para LA NACIÓN