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El productor sólo quiere trabajar pero lo empujan a tomar medidas no deseadas

Columna de opinión de la Sociedad Rural de Río Cuarto el cierre de las exportaciones de maíz y el cese de comercialización dispuesto por las entidades agropecuarias.

 

El cese de comercialización de granos es una medida no deseada por los productores, para quienes el principal objetivo es trabajar en libertad, mejorar los rendimientos de sus cultivos y permanecer alejado de los conflictos. Sin embargo, el continuo avance del Gobierno sobre sus derechos, su capital y su rentabilidad llevan al campo a alzar la voz de protesta.

La Sociedad Rural de Río Cuarto ya había planteado que la decisión de cerrar las exportaciones de maíz, con el argumento de bajar el precio del cereal para el mercado interno, es una vieja receta condenada a igual fracaso que en el pasado, porque derivará en una menor área sembrada, un retroceso en la aplicación de tecnología, caída en las inversiones y el empleo, que terminará afectando a toda la cadena productiva. En definitiva, el producto a la larga será más caro.

No es una postura antojadiza en defensa del productor primario sino fruto de la experiencia por lo sucedido anteriormente. Así lo entienden las entidades agropecuarias que convocaron a la protesta, pero también otros actores de la cadena que supuestamente se beneficiarían en el corto plazo y el propio ministro de Agricultura de Córdoba, Sergio Busso, quien la calificó como “una medida desacertada”, que golpeará fuerte a nuestra provincia que está en el “top-ten” mundial de producción de maíz.

El presidente Alberto Fernández dijo no entender por qué quieren cobrar en el mercado interno el maíz al mismo precio que paga el mundo “si producen todo en pesos”.

Demás está decir que la mayoría de los fertilizantes e insumos están dolarizados y que, en algunos casos, el productor debe pagarlos a valor de dólar blue cuando cobra el maíz al dólar oficial, con la irrestricta reducción del 12% por los derechos de exportación (retenciones), lo que genera una brecha superior al 100% entre ambas divisas.

Pero el Presidente fue más allá y avanzó sobre la ganadería: “El mundo demanda carne, producen en pesos, pero por qué los argentinos pagan el kilo de asado como lo paga un chino, un francés o un alemán”.

Otra vez, como en las comparaciones con otros países en el manejo de la pandemia, que derivaron en enérgicas respuestas por datos que no se correspondían con la realidad, Alberto Fernández fue víctima de su verborragia que se derrumba fácilmente con la evidencia.

Rápidamente los especialistas mostraron los números: en Alemania la carne vale entre 4,5 y 5,5 veces más que lo que pagan los argentinos, tomando sólo la cotización oficial del euro.

Parece que Alemania es un tema recurrente para el kirchnerismo. Se recuerda a Aníbal Fernández diciendo que aquí había menos pobreza que en el país europeo y Máximo Kirchner se atrevió a comparar las jubilaciones entre ambos. Posiciones que no resisten análisis.

El Presidente también pidió que le expliquen por qué se imponen precios internacionales para granos y carnes en el mercado interno. Ante la aparente falta de asesores probos, sería conveniente que convoque a los referentes y técnicos de la Mesa de Enlace para recibir la información que necesita. Pero para ello es indispensable saber escuchar y construir consensos.

El cierre de las exportaciones de maíz es nociva en sí misma, pero lo desconcertante es el desconocimiento de los ciclos productivos, el cambio de las reglas de juego en medio de una campaña agrícola y un relato que confunde a la sociedad. Por suerte, los avances de la comunicación permiten casi al instante que los enunciados equívocos se derrumben como castillo de naipes.