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El juego de los errores y las señales peligrosas en el rumbo económico

Posición de la Sociedad Rural de Río Cuarto sobre el fallido intento de cerrar las exportaciones de maíz y los avances del Gobierno para intervenir los mercados y cerrar la economía.

 

La decisión del Gobierno de cerrar las exportaciones de maíz tuvo una efímera duración ante la evidencia de que la medida iba a impactar negativamente en toda la cadena. Ante la catarata de críticas y el cese de comercialización de granos dispuesto por las entidades agropecuarias, la administración de Alberto Fernández volvió sobre sus pasos y la dejó sin efecto.

Sin embargo, ahora hay que ver la “letra chica” del acuerdo logrado con algunos actores del Consejo Agroindustrial Argentino, porque la determinación de cerrar las exportaciones no fue consultada con los representantes de los productores primarios, como así tampoco se convocó al campo a participar de las negociaciones para su levantamiento.

Para algunos sectores corregir un nuevo error de esta gestión parece un manto de cordura luego de tantos embates contra los sectores productivos. En cambio, para los más escépticos se trató de un globo de ensayo para ver hasta dónde se podía avanzar en esta escalada para cerrar cada vez más la economía.

En este diseño de “vivir con lo nuestro”, también de probado fracaso en el país, se enmarcan las restricciones a las importaciones, que no sólo abarcan a los artículos suntuarios sino que también se extiende sembradoras-abonadoras, plantadoras y trasplantadoras para siembra directa; pulverizadores para agricultura u horticultura autopropulsadas; cosechadoras-trilladoras autopropulsadas y hasta lavarropas y hornos eléctricos.

La Mesa de la Producción de la Provincia de Córdoba advirtió que estas restricciones impactan sobre los precios del mercado interno y está provocando dificultades en la provisión de insumos indispensables para la producción de bienes y servicios.

En medio de todas estas disposiciones que socavan la capacidad productiva, la diputada nacional Fernanda Vallejos –una de las principales voceras de Cristina Fernández de Kirchner- declaró que “la Argentina tiene una desgracia, que a veces se piensa que es una bendición”, al referirse a la condición del país como exportador de alimentos.

“Tenemos la maldición de exportar alimentos, de modo que los precios internos son tensionados por la dinámica internacional. Es imperioso desacoplar precios internacionales y domésticos, ya que los domésticos deben regirse por la capacidad de compra (en pesos) de los argentinos”, señaló Vallejos en su cuenta de Twitter.

Estas manifestaciones tampoco resisten análisis y son el claro ejemplo de lo que desalienta y desincentiva a cualquier sector productivo.

Está claro que el Gobierno no tiene plan económico sino que va tomando medidas coyunturales, cortoplacistas para rellenar baches. Lo que es más certero es el rumbo elegido, anidando una convicción de que ya no hay “doble comando” porque el ala más dura parece haber tomado el timón.

En un mundo globalizado, con la dinámica comercial existente, sería imperdonable desaprovechar otra vez el “viento de cola” de los precios de los commodities en un país productor de alimentos con una creciente demanda internacional.

La experiencia indica que el camino debe ser un shock exportador y no cerrar la economía, porque sería como conducir en contramano en la avenida más transitada. Imposible salir ileso.