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Se necesitan políticas de consenso; no de espaldas al productor y de frente a las urnas

Columna de opinión de la Sociedad Rural de Río Cuarto publicada en el suplemento Tranquera Abierta de diario Puntal.

 

Después de un mes de cierre total de las exportaciones de carne vacuna, el Gobierno decidió una reapertura parcial, con un cupo del 50 por ciento, al tiempo que se comprometió a presentar en 30 días un “plan ganadero”.

 

La Mesa de Enlace insistió en tener audiencias con el presidente Alberto Fernández y con los ministros del área productiva, pero nunca se invitó a los referentes del campo para generar un diálogo y construir consensos. Sólo fueron convocados cuando el Gobierno ya tenía la mesa servida.

 

Pese a esto, la Mesa de Enlace parece encaminarse a una misión quijotesca, entendiendo que es necesario agotar todas las instancias de diálogo desde adentro, en reuniones con los funcionarios, y no pegar rápidamente un portazo, aunque tiene la sensación de que sus propuestas, como en todos los casos anteriores, nunca serán escuchadas.

 

Nadie piensa que se puede diseñar un plan ganadero manteniendo un cepo a las exportaciones, lo cual lejos de incentivar a una mayor producción ahuyenta las inversiones, destruye la cadena cárnica y se pierden mercados que aprovecharán países competidores de la Argentina.

 

Para entender el estado de ebullición de las bases es necesario observar qué escenario dejó el cierre de las exportaciones durante un mes. Y la conclusión es que perdieron todos.

 

– Ganaderos: se resintió toda la cadena, en especial para criadores y el golpeado sector tambero. En ese lapso vieron caer el precio de la “vaca descarte”, esa que ya cumplió su ciclo reproductivo y no se consume en el mercado interno, y sólo se destinaba a China.

 

– Consumidores: los precios de los cortes que prefieren los argentinos lejos de bajar de precio siguieron subiendo por encima de la inflación.

– Estado: con el cepo dejaron de ingresar al país 240 millones de dólares.

 

Entonces qué es lo que se busca. La lectura lleva a una mirada electoral: para un Gobierno que llegó al poder con la promesa de llenar las heladeras y recuperar el asado como símbolo argentino, en un año de comicios –sumamente complicado por la administración de la pandemia- es indispensable apaciguar los ánimos de una fatigada sociedad, con un creciente número de pobres e indigentes.

 

Por eso se entiende la decisión de “planchar” el dólar, con una insostenible brecha entre el oficial y los de mercado, que genera una “doble retención” para los sectores productivos.

 

Y ahora el objetivo es bajar el precio de la carne, resignando divisas por exportaciones y volcando el excedente al mercado interno, sin medir las consecuencias, esas que ya se han vivido en otras instancias similares: pérdida de más de 10 millones de cabezas, precios de la carne que luego suben más que la inflación, cierres de frigoríficos y miles de desempleados.

 

Lo ideal es que se diseñe un plan integral para contener el flagelo de la inflación, que pulveriza el poder adquisitivo de los salarios, y que el Estado haga su propio aporte aliviando la pesada carga impositiva sobre los alimentos.

 

El Gobierno debe entender también que nunca la inmediatez y las necesidades electorales deben hipotecar el futuro de la ganadería, una de las actividades más nobles de nuestro país.

 

NdR: luego de editarse esta columna y tras la primera reunión del Gobierno por el plan ganadero, CRA decidió abandonar ese espacio por entender que el cierre de las exportaciones traba cualquier diálogo.