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La bajante del Paraná: un impacto ambiental con múltiples efectos en la cadena productiva

En pocos meses, las pérdidas del complejo agroindustrial exportador y de los productores superan los 300 millones de dólares por mayores costos logísticos y de transporte.

 

La histórica bajante del río Paraná, la principal vía fluvial por la cual sale más del 80% de las exportaciones del país, tiene un alto impacto ambiental y también genera fuertes pérdidas a la cadena de valor granaria.

 

Hace desde 1944 que no ocurría una situación de sequía hidrológica a este nivel, que podría agravarse hacia septiembre, mes en el que los especialistas estiman que el río alcanzará sus niveles más bajos de la historia en Santa Fe.

 

La situación no sólo es grave por lo pronunciado de la bajante sino por la prolongación en el tiempo, y los efectos van más allá del cauce, propagándose en territorios aledaños.

 

Los problemas puntuales en las zonas afectadas son incalculables –ya rige la emergencia hídrica en siete provincias- y las pérdidas para el complejo agroindustrial exportador y los productores se multiplican, estimándose en unos 315 millones de dólares.

 

Entre los mayores costos figura el denominado “falso flete” por la necesidad de ajustar el volumen en el Gran Rosario, donde los buques salen con menor tonelaje y luego completan la carga en otros puertos como Bahía Blanca o Quequén, donde el precio de la mercadería termina siendo mayor por logística y transporte.

A esto se suma un “castigo” en el precio de estos productos que se traducen en una presión a la baja de las primas FOB argentinas en relación a otros orígenes como Brasil; y costos adicionales por la ralentización del ritmo de embarques que genera saturación de almacenajes y demoras en el ritmo de la molienda.

 

Este complejo panorama provoca que los espacios de los exportadores se hayan reducido y los productores se vean imposibilitados de cargar la cantidad de mercadería que necesitan comercializar para cumplir con sus compromisos.

 

Esto demora el cumplimiento de los contratos y se observa un retraso en la cadena de pagos, que se puede resentir si la situación se prolonga en el tiempo.

La disminución del flujo diario de cupos también provoca que en algunos casos, con la campaña prácticamente terminada, se saturen acopios y almacenamientos y se deba asistir a los productores con silobolsas para preservar sus granos.

 

Por ahora, la única salida de esta emergencia parece estar centrada en la naturaleza: esperar que las lluvias le devuelvan su caudal al Paraná. Para el futuro queda el trabajo de una seria y responsable articulación público-privada para diseñar estrategias y obras con el fin de evitar nuevas catástrofes tan caras para el ambiente y con tanto daño productivo.

 

(Columna de la Sociedad Rural de Río Cuarto publicada en el suplemento Tranquera Abierta de diario Puntal).