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Un acuerdo necesario al que el oficialismo lo llenó de dudas

La buena noticia que comunicaba el Gobierno Nacional a fines de la semana pasada sobre un principio de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por la deuda de casi 45 mil millones de dólares, se esfumó a las pocas horas, cuando todo se volvió incertidumbre. Fue cuando se tapó con la renuncia del jefe de la bancada del Frente de Todos en Diputados, Máximo Kirchner, a la conducción de ese espacio político de la Cámara Baja del Congreso.
La carta de renuncia a la conducción del bloque, como es habitual que se conozcan últimamente los pensamientos de ciertas personalidades del kirchnerismo, tuvo como argumento excluyente el entendimiento que el Gobierno había alcanzado con el organismo internacional, lo que dejó claramente expuesta una contradicción profunda dentro de la fuerza gobernante cuyas secuelas aún están lejos de poder limitarse.
No sería relevante el paso al costado de Máximo Kirchner si no fuera por su ascendencia en la constelación del oficialismo, por ser conductor de La Cámpora, hijo de la vicepresidenta del país, titular del PJ bonaerense y encabezar un sector de los diputados oficialistas. Es que el acuerdo con el FMI, cuando finalmente se presente, deberá pasar por el Congreso para su aprobación y allí es donde el propio oficialismo dinamitó el camino. Y es donde la buena noticia, en razón de unas horas, se volvió a convertir en un mar de dudas. ¿Pasa por el Congreso el acuerdo con el FMI para que la Argentina le escape definitivamente al fantasma del default y todo lo que ello conlleva?
Lo primero que habría que consignar es que claramente el exjefe de bloque difícilmente vaya a acompañar el proyecto que ingrese desde el Ejecutivo después de la carta que divulgó. Igual el resto de los diputados más cercanos, algunos de los cuales ya anticiparon ese rechazo.
Siempre se sostiene que no hay buenos acuerdos con el Fondo, pero sin dudas que el peor escenario es el del no acuerdo que es el que parece alentar cierto sector del oficialismo. Primero fueron figuras secundarias como el titular del Banco Nación, Claudio Lozano, al que le siguieron otros. Pero la irrupción de Máximo Kirchner tiene otra estatura.
Así, el último viernes de enero hubo cierto alivio que rápidamente se tradujo incluso a indicadores financieros y hasta el dólar paralelo reaccionó a la baja, lo que fue observado positivamente por el sector agropecuario que tímidamente se entusiasmó con un recorte en la brecha cambiaria que viene ocasionando un daño muy severo en la ecuación económica desde hace mucho tiempo y que parece no importarle demasiado al Gobierno. Pero más ampliamente, todos los sectores empresariales del país celebraron el principio de entendimiento, porque quitaba al menos una parte de los nubarrones del horizonte. Un acuerdo con el FMI es condición necesaria para la recuperación argentina, pero no suficiente. El cúmulo de problemas que fue sumando la actividad económica nacional no se solucionarán por arte de magia ni de un momento para otro. Requerirá de un plan, perseverancia y cierta cuota de sacrificio que al parecer algunos no están dispuestos a asumir, ni siquiera desde lo político.