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Cierre de exportaciones y más retenciones, ¿qué puede salir mal?


El Gobierno sorprendió este domingo con una comunicación firmada por Javier Preciado Patiño, subsecretario de Mercados
Agropecuarios del Ministerio de Agricultura de la Nación, en la que se decidió cerrar las exportaciones de aceite y harina de soja, dos productos en los que Argentina ocupa el podio mundial con una industria que agrega valor a la materia prima.

En momentos en los que el precio de las commodities se sostienen en niveles muy elevados, la estrategia del Gobierno no es intentar aprovecharlos sino todo lo contrario: bloquear la posibilidad de vender al exterior. El argumento es siempre el mismo y se basa en la perimida idea de desacoplar los valores internacionales de los internos, como si esa política, aplicada tozudamente en las últimas dos décadas, alguna vez hubiese aportado alguna solución.

En este caso, la decisión tiene un doble efecto porque no sólo se frena la posibilidad de exportar estos dos subproductos de la soja sino que también se espera un alza en las retenciones que se le aplican tanto al aceite como a la harina que pasarían del 31 al 33 por ciento. Eso eliminaría el diferencial con el poroto, una brecha que tuvo como fundamento incentivar el agregado de valor. También se eliminaría ese incentivo.

Claramente el Gobierno busca con esto echar mano a más recursos. No hay otra intención que aumentar la recaudación en un contexto en el que el déficit fiscal debe reducirse por el compromiso pautado en el acuerdo con el FMI. Pero otra vez la política evita recortar sus gastos para llegar a esa meta y por el contrario intenta alcanzarla aumentando presión tributaria sobre los sectores productivos. Las últimas experiencias en este sentido demuestran que siempre tuvieron un impacto negativo en lo productivo, que a la vuelta recorta ingresos al Estado. Es una medida cortoplacista, que atenta contra el mediano y largo plazo. Como lo demuestra la curva creada por Arthur Laffer, al sumar insistentemente presión tributaria llega un punto en el que la recaudación es cada vez menor porque impacta en la base productiva; nadie arriesga capital sólo para pagar impuestos y entonces suelen caerse los niveles de producción.

En un contexto mundial de máxima incertidumbre sobre la oferta de los alimentos, la Argentina debería avanzar decididamente en ampliar su capacidad de producción para aprovechar los mayores precios. Ya en el plano energético se observó que el país perdió otra oportunidad al no haber incentivado las inversiones necesarias por ejemplo en Vaca Muerta y tener hoy lista una capacidad de producción no sólo para cubrir la demanda interna -que hoy no logra hacerlo- sino para capturar los elevados precios internacionales fruto del conflicto entre Rusia y Ucrania. Hoy la Argentina debe importar petróleo y gas, teniendo una de las reservas más importantes del mundo en shale gas en la cuenca neuquina. Y hoy cierra exportaciones de sus productos estrella en el comercio internacional para sumarle presión tributaria, algo que claramente desincentiva a quienes invierten.