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La media res y otra oportunidad perdida para discutir en favor de un interés general

El debate por la puesta en marcha de un nuevo sistema de comercialización de carne vacuna en la Argentina terminó de la peor manera. Nuevamente con una prórroga luego de una postergación que ya se había dado en abril ante la falta de consensos. Fueron seis meses de un plazo extra que no fue usado más que para que cada uno intente proteger sus propios intereses sin la más mínima vocación de posicionarse por encima de las particularidades para alcanzar un esquema superador que potencie una producción para la cual el país y sus productores tienen claramente ventajas competitivas.
La carne argentina tiene un posicionamiento global que obliga a seguir mejorando cada uno de los eslabones de la larga cadena productiva, siempre poniendo por delante el crecimiento y el desarrollo integral de todos los procesos; sin buscar que unos crezcan en desmedro de otros.
Por eso este caso en particular se convirtió nuevamente en una oportunidad perdida y en el reflejo de lo que nos viene ocurriendo reiteradamente en muchos temas que Argentina necesita resolver para avanzar. Pero todo termina siendo suma cero, un juego de fuerzas que paralizan y postergan decisiones valiosas que sólo nos demoran y nos dejan atrás en una carrera en la que otros jugadores siempre se las ingenian para ir dando pasos hacia adelante. Incluso en el sector de la carne hay vecinos de la región que venían corriendo de atrás y que hoy nos alcanzaron o superaron mientras mantenemos una actitud de autoperjuicio enfrascados en estériles discusiones. La Argentina perdió en los últimos años la capacidad del consenso y todo se volvió una cuestión de blanco o negro, sin posibilidades de grises que acerquen posiciones, que permitan avances parciales mientras se siguen discutiendo aquellos puntos en los que falta madurar un entendimiento.


El debate sobre el cambio en la comercialización de la carne, que mantiene el sistema de media res desde el Siglo XIX, fue disparado por la evidente necesidad de dejar atrás una descarga de más de 100 kilos que los trabajadores realizan sobre sus espaldas en cada punto de venta, afectando claramente la salud de cada uno de ellos. Es un punto que no admite mayores debates. Eso obliga a pensar en alternativas y fue allí que surgió la opción del troceo para dividir en tres la media res o un sistema mecánico de descarga y continuar con la pieza completa como hasta ahora. El Gobierno se inclinó por la primera que fue impulsada a su vez por los grandes frigoríficos exportadores que ya vienen realizando el troceo, mientras que el resto de los actores se volcaron por la segunda. Y en ese punto se trabó hasta hoy la discusión, que es la misma que se mantiene desde hace un año. Allí el Gobierno careció de imaginación para encontrar una salida. Se mantuvo tan irreductible como el resto, bloqueando cualquier salida a la encerrona hasta que sobre la fecha límite del cambio debió nuevamente postergar los plazos, ahora por 75 días, lo que lleva la línea al 15 de enero.
Ahora bien, correr los tiempos para sostener el mismo juego de suma cero no servirá más que para llegar a la fecha definida nuevamente con los actores parados en idénticas posiciones. Es hora de que el nuevo plazo sirva para encontrar una alternativa superadora que muestre a los actores interesados en el conjunto, en la cadena que nace del productor y termina en miles de carnicerías, góndolas y supermercados, del país y del mundo. Es hora de que cada uno piense en ver qué aporta a la mesa y no qué pretende llevarse.

* Columna publicada en el suplemento Tranquera Abierta de Puntal