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Una traba que pone en riesgo de incendio a miles de hectáreas

Como consecuencia de los recuerdos cercanos de incendios devastadores en las sierras de Córdoba, las autoridades provinciales y los productores iniciaron una serie de encuentros y acciones para maximizar la articulación y avanzar rápidamente en materia de prevención, con la intención de evitar nuevos episodios de la magnitud que existieron en 2020.
Una de las líneas de acción acordadas fue la de avanzar con las quemas prescriptas bajo un esquema de control exhaustivo por parte de las autoridades y como consecuencia de una serie de exigentes trámites previos por parte de los productores que pretenden quitar material combustible de sus campos.
El argumento era simple, pero contundente: avanzar en una quema ordenada como herramienta para evitar que los incendios descontrolados encuentren cómo propagarse con facilidad.
En un encuentro realizado en la sede de la Sociedad Rural de Río Cuarto este año se acordó con las autoridades responsables de las áreas involucradas el modo en que eso debía llevarse adelante. Básicamente, luego de presentar toda la documentación y los argumentos llegaba la etapa de inspección del campo para que luego el productor pudiera contar con una habilitación que debía programarse y realizarse en presencia de bomberos, bajo condiciones climáticas estrictas.
Sin embargo, y pese a que hubo productores de las zonas serranas que presentaron toda la documentación, que fue validada por las autoridades, e incluso alcanzaron la aprobación de la inspección a campo, el permiso para la quema controlada nunca se hizo efectivo.
En ese marco, un decreto provincial dispuso la prohibición de iniciar fuego bajo cualquier modalidad atendiendo el contexto de sequía. Pero finalmente lo que terminó consolidando es una condición ideal para que cualquier chispa pueda arrasar con miles de hectáreas nuevamente. La falta de lluvias que arrastra la zona aumenta la potencialidad de un nuevo desastre en las sierras y más que nunca deberían acelerarse medidas preventivas para, al menos, reducir el impacto en caso de que el peligro se convierta en realidad.
Hay muchos lotes con pasto natural que en algunos casos supera un metro de altura, impiden el acceso de cualquier manera, y son combustible disponible para propagar las llamas. Ante esa realidad la peor de las opciones es esconder la cabeza o paralizarse. Es imperioso retomar los trabajos para permitir a los productores que rápidamente puedan eliminar ese pastizal que ni siquiera sirve para alimentar a los animales. Son, desde el punto de vista productivo, lotes perdidos. Pero desde el punto de vista ambiental representan una seria amenaza.
Tal como se había dispuesto en un comienzo, los productores están dispuestos a cumplir con todas las exigencias, las documentales y las prácticas, para llevar adelante esta tarea, con supervisión de expertos, como los cuarteles de bomberos correspondientes a cada establecimiento. Pero es hora que las autoridades retomen esta agenda olvidada para no llegar con las soluciones una vez ocurrida la desgracia y cuando las pérdidas son irremediables.