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Los cultivos y los productores, en una agonía interminable y sin respuestas

El último día de febrero en Villa Constitución los productores agropecuarios de las cuatro entidades que conforman la Mesa de Enlace Nacional expusieron con crudeza la dura realidad que vienen atravesando a lo largo de las últimas tres campañas por el impacto de La Niña, pero en particular en este ciclo que ingresa ya en la etapa final y que agravó mucho más los padecimientos.
Miles de hectáreas perdidas y con ello el esfuerzo de muchos años para tratar de sostener una actividad que tiene el riesgo de realizarse a cielo abierto pero que en Argentina agrega además el lastre de un cúmulo de dificultades diseñadas desde el Estado y que se hacen aún más perniciosas en momentos en que el clima se vuelve en contra. Retenciones del 33% para soja y del 12% para maíz y trigo sumado a los adelantos de Ganancia en un momento en que los cálculos de las pérdidas son cada vez más importantes y un desdoblamiento cambiario que hace inviable a la actividad, con ventas atadas al dólar oficial y costos sujetos al blue.
Esa combinación de medidas y políticas inexplicables que se extienden en el tiempo y una sequía sin antecedentes pone hoy a miles de productores pequeños y medianos de la Argentina al borde de la extinción y sin margen de maniobra por la extracción constante de recursos que un Estado insaciable realizó a lo largo de los últimos 20 años. En ese período, 175 mil millones de dólares aportó el campo sólo a través de las retenciones. ¿Qué destino tuvieron todos esos recursos que podrían hoy estar convertidos en infraestructura de salud, educación y seguridad, o de caminos, puertos y conectividad para darle más competitividad al principal sector productivo?
Lejos de encontrar respuestas a esa pregunta, hoy los productores claman con desesperación para que esta vez el Estado accione en favor de la supervivencia de muchos de ellos. No puede seguir presionando sobre familias que perdieron todo, al tiempo que es necesario que rápido se activen líneas de financiamiento muy blandas para cubrir deudas y enfrentar la nueva campaña con posibilidad de siembra y recuperación de los productores.
Fue en Villa Constitución donde se emplazó al Gobierno a mostrar reflejos ante una crisis de la que parece no tomar real dimensión, pero que quienes recorren las rutas del interior productivo pueden ver con dramático asombro. Es cierto que no sólo el oficialismo parece conectado a otra sintonía; pero sí es el que hoy tiene que dar las respuestas. Y la espera se hace interminable a medida que la ola de calor sigue extendiéndose en gran parte del país, las lluvias continúan esquivas y los cultivos agravan su deterioro y en muchos casos ya se perdieron definitivamente.
Es una realidad agobiante que sigue sin respuestas a la altura de las necesidades. Pero que además suma promesas muy escasas que ni siquiera se convirtieron en realidad. El Gobierno está paralizado ante una crisis sumamente grave del principal sector económico argentino.
Pero los tiempos no son eternos y cada día que pasa las consecuencias son peores. Agricultores, ganaderos y tamberos sufren ante la impávida actitud del Estado. Y los números son contundentes: ya se estiman pérdidas que superarán los 20 mil millones de dólares y que el país no tendrá este año. Pero hay que sumar el impacto de actividad económica en el interior productivo que verá menos viajes de camión, menos servicios en el lote, menos venta de combustible, menos trabajo en los paradores y comercios de ruta, entre otros muchos menos.