Si bien la agricultura atravesó una campaña extremadamente difícil con rindes promedio muy por debajo de los habituales por el efecto de la gran sequía que dominó todo el último ciclo productivo, ese fenómeno climático no fue menos dañino para la ganadería, que empieza a mostrar las agudas consecuencias con datos alarmantes para la cadena.
Es que la falta de lluvias generó múltiples efectos, especialmente en el eslabón inicial donde lo primero que provocó fue la ausencia de pasturas con el consecuente encarecimiento de la alimentación de los rodeos. Muchos productores, sin alternativas viables, decidieron apurar el desprendimiento de animales para bajar las cargas de los campos y eso llevó a otro problema: la sobreoferta en el mercado detuvo la recomposición de precios que se había iniciado lentamente a comienzos de año después de un 2022 con profundo atraso en los valores de la hacienda. Cuando esos valores empezaron un camino de recuperación, la cantidad de carne en el mercado ofició de contención.
En los primeros 5 meses del año el volumen de animales enviados a faena aumentó 12% con respecto al mismo período de 2022. Pero a su vez, las hembras son las que más están creciendo en proporción, lo que implica que la fábrica empieza a reducirse y consecuentemente es factible imaginar que a futuro el rodeo nacional va a terminar siendo afectado en cantidad. Esto mismo ocurrió, de forma dramática, luego de la gran sequía de 2008/09 que además fue coronada con una serie de políticas contrarias a la producción ganadera. Todo eso provocó una reducción del stock argentino de 10 millones de cabezas al pasar de 58 millones a 48 millones en muy poco tiempo. Vale recordar que a fines del año pasado la cantidad de animales en el país apenas superó los 54 millones, lo que implica que aún está lejos de retomar los niveles de 2008/09. Pero con el agravante ahora de que se encuentra en medio de un proceso nuevamente de retracción, co menor cantidad de vientres para generar terneros a futuro.
Hay otro dato importante y adicional en este punto y es la cantidad de vacas que fueron ingresando en el último tiempo a los feedlots, lo que anticipa que la alta oferta continuará en los próximos meses.
Según la información oficial del Senasa, la cantidad de vacas en stock reportadas por establecimientos de engorde a corral ascendía a 118.810 cabezas a comienzos de este mes, lo que implica un 41% superior a lo registrado un año atrás.
Por su parte, la Bolsa de Comercio de Rosario destacó en un reciente informe que medido sobre la faena total, la participación de las hembras se ubica por segundo mes consecutivo en torno al 50%, algo que no deja de alertar respecto de la potencial liquidación de vientres que ello generaría en caso de prolongarse estos niveles de extracción más allá de los próximos dos meses donde naturalmente se seguirá viendo un importante descarte de vientres vacíos.
En definitiva, luego de escuchar en decenas de oportunidades la construcción de un plan ganadero y la necesidad de expandir las exportaciones, el país vuelve a exhibir un péndulo inmodificable en la producción vacuna, con idas y vueltas en el stock que finalmente dejan a la Argentina en el mismo lugar de siempre, mientras otros países -especialmente de la región- hace tiempo que avanzan en un sendero de crecimiento que nos hizo perder fuerte peso relativo. Es difícil que, más allá de las contingencias climáticas, la producción ganadera pueda crecer sin políticas de largo plazo, sin un rumbo fijo que permita la necesaria planificación para un proceso que insume años desde que se retiene un vientre hasta que finalmente se carga un novillo.
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