El anuncio del presidente norteamericano Donald Trump de aplicar aranceles a todos los productos del mundo que ingresan a Estados Unidos desató un tembladeral en el comercio internacional. Y en ese marco, el principal sector exportador argentino no quedó al margen. Estados Unidos es el segundo destino de exportaciones de nuestro país y, si bien el rubro combustible y energía lideran los embarques, el agro también juega un papel protagónico.
Y haciendo foco en el mercado de granos, las miradas se posaron ahora sobre China, para conocer cómo moverá el gigante asiático, principal comprador de soja del mundo, luego de la fuerte decisión norteamericana. En ese mar de incertidumbre, los productores argentinos están iniciando la trilla de la campaña gruesa, con nubarrones internos y una fuerte tormenta internacional. De pronto, se constituyó un frente complejo para tomar decisiones en un momento clave.
Puertas adentro, todo está focalizado en el acuerdo que el Gobierno está intentando cerrar con el Fondo Monetario Internacional y del que dependen muchas variables que están abiertas. En particular, qué pasará con el mercado cambiario, tal vez el principal punto de atención y de negociación con el organismo internacional. El Gobierno insiste en que no devaluará y que eso no está en discusión; sin embargo, en las últimas semanas el mercado puso en duda esa aseveración y el ruido provocó una seguidilla de ruedas con el Banco Central como vendedor y perdiendo reservas. Como se sabe, por extensa experiencia en el país, eso suele generar un clima que se retroalimenta. Por eso la intención de la Casa Rosada es poner cuanto antes un broche de cierre al acuerdo para anunciar formalmente los detalles y aventar la incertidumbre desatada. En ese marco, es complejo para los productores tomar decisiones. En particular para los pequeños y medianos que no pueden decidir mayormente cuándo vender sus granos porque tienen compromisos asumidos a cosecha. Mientras tanto, ayer la pizarra de Rosario mostró para la soja una caída superior al 8%. Todo eso se potencia ahora con el plano internacional que ayer vio cómo retrocedía el precio de la oleaginosa en Chicago.
En el caso de Córdoba, el maní también es una economía que sufre el impacto de la decisión de Trump. Y se suma además la cadena ganadera, que tiene en Estados Unidos dos segmentos bien marcados: 20 mil toneladas de carne magra que gozaban de una condición libre de arancel; y cortes de alta calidad, un nicho que venía en franca expansión y que ahora está en serio riesgo de perderse.
Podrían sumarse otras producciones del agro como el vino y el mosto para Cuyo; limón y arándanos tucumanos; té y yerba en el NEA; por mencionar sólo algunas economías regionales. Hoy, todas sumidas en la incertidumbre.
Lo cierto es que en la región central, cuando el clima finalmente había cambiado sequía por lluvias, poniendo un piso productivo, un nuevo cisne negro irrumpió en la escena y lejos de concentrar los efectos en el mercado norteamericano amenaza con expandirse en diferentes direcciones, abriendo un gran interrogante sobre los precios de los productos de exportación argentinos. Es en ese contexto de absoluta incertidumbre en el que deben ahora tomar decisiones los productores, sin tener en claro todavía qué pasará con la rebaja de los derechos de exportación luego del 30 de junio. Tal vez pocas veces el escenario haya estado tan movedizo como en este momento.
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