En apenas 7 días, una decisión tomada en el máximo escritorio del poder mundial desató una feroz sensación de inestabilidad e incertidumbre que alcanzó cada rincón del planeta.
El anuncio del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, de aplicar aranceles recíprocos a todos los países del mundo abrió paso a una guerra comercial sin precedentes que dejó cuantiosas pérdidas de valor en el camino. El precio de las acciones y los bonos se desplomaron y el mundo financiero desnudó una fragilidad pavorosa que terminó arrastrando el valor del petróleo y también de la soja, generando pronósticos de inflación y recesión a escala global.
El mundo entró en un crisis vertiginosa porque además, los aranceles tuvieron una diferenciación que desnudó el objetivo central que perseguía la Casa Blanca: asestarle un golpe a China. Pero el gigante asiático no asumió una posición pasiva y puso en marcha respuestas de la misma magnitud, en sentido inverso: puso los mismos aranceles a Estados Unidos. Fue tal la magnitud de la tormenta que Trump decidió al menos retroceder parcialmente y dejar aranceles del 10% para todos los países salvo para China, a quien se los mantuvo en 125%. Todo en el marco de un paréntesis por 90 días que anunció el presidente norteamericano.
Eso trajo algo de respiro en los mercados mundiales que el miércoles por la tarde comenzaron a reaccionar positivamente luego de jornadas con caídas estrepitosas. Los granos también revirtieron la tendencia negativa y al menos por ahora comenzaron a recuperar el terreno perdido. Pero la sensación de inestabilidad no pasará tan rápido.
Además, para las commodities, la continuidad de la tensión entre Estados Unidos y China no es una buena noticia, ni mucho menos. Un productor clave a escala global y el gran comprador de productos del agro disputando la supremacía internacional no será gratuito para quienes todos los días están tranqueras adentro trabajando sobre los cultivos o sus animales para intentar tener una mejor y mayor producción con el máximo nivel de eficiencia.
La guerra comercial, que simula por ahora un impasse, no desapareció. Y por lo tanto los fantasmas y los riesgos tampoco.
Los productores en argentina siguen padeciendo las consecuencias de los desmanejos del Estado de las últimas décadas. Es esa la razón central de la creación y puesta en marcha de los derechos de exportación. Hoy pagan de su bolsillo para poder exportar su producción. Pero ahora, quienes produzcan determinados bienes tendrán además una sobrecarga para ingresar por ejemplo al mercado norteamericano. Ya se expusieron días atrás las complicaciones que esto genera en determinados cortes vacunos de alta calidad que la Argentina enviaba a Estados Unidos y que lentamente habían dado pasos fundamentales, ganando terreno en un mercado complejo pero atractivo. Es sólo un caso entre muchos otros.
Mientras la calma mundial por ahora regresó, puertas adentro se espera que hoy la Argentina termine de cerrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que devolvería cierta tranquilidad en el ámbito doméstico, que también sufrió sus propias turbulencias, exacerbadas por el contexto mundial. El mercado cambiario lleva semanas de tensión y las demoras en el acuerdo con el organismo internacional jugaron a favor de esa tendencia. Si los términos son beneficiosos para el país se abrirá un período de mayor calma, necesario sobre todo para quienes deben planificar a largo plazo.
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