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Un ejemplo a contrapelo de lo que la sociedad espera

El postergado debate de Ficha Limpia terminó en lo que pocos a esta altura creían: un nuevo papelón de la clase política en el que el resultado superficial fue el que mostró el tablero de votación, donde faltó una adhesión para que la iniciativa parlamentaria se convierta en ley. Pero el mensaje fue mucho más profundo. Se demostró una vez más que las oscuridades de la política están lejos de claudicar y de perder sus fuerzas. Aun cuando los mensajes de cambio parecen dominar la escena, en el sentido de dejar atrás los vicios que convirtieron a la noble actividad política en un reducto despreciado por buena parte de la sociedad, las acciones en defensa de aquellas viejas estructuras resisten.
Fueron años de trabajo, con origen en la sociedad civil, para que finalmente el proyecto de Ficha Limpia encuentre un canal por donde llegar al Congreso, sorteando todo tipo de obstáculos. No fue casual la iniciativa en medio de un hartazgo que por momentos se asoció a lo ocurrido hace poco más de 20 años, cuando la expectativa en que la clase dirigente se ponga al frente de la reconstrucción del país desde sus bases históricas más reconocidas casi se había extinguido.
Y cuando todo parecía servido para que el proyecto se convierta en ley, a espaldas de la gran mayoría surgió una vez más la mala política. Esa que actúa más pensando en los beneficios de unos pocos que en la representación de las mayorías; la que pone intereses particulares por sobre los colectivos; y la que sigue erosionando una institucionalidad que reclama a gritos acciones reparadoras y reivindicatorias de la política y sus actores.
No es con este tipo de mensajes que la Argentina encontrará nuevamente el sendero que abandonó hace mucho tiempo y que hoy convirtió al país en un vergel de la pobreza. No hay orden macroeconómico que pueda superar estos espectáculos dantescos que la política parece empecinada en mostrar. No alcanza con que algunos se escuden en falsas proscripciones recordando que 2025 es un año electoral. No quisieron avanzar antes, no quisieron ayer y posiblemente no quieran avanzar nunca en la transparencia de la actividad política.
La política debe encontrar rápido los mecanismos para expulsar a las manzanas podridas antes que el cajón completo esté dañado de manera irreparable. Lo conoce buena parte de los que hoy transitan los pasillos de la actividad porque la gran mayoría vivieron el 2001.
Pero además, es un camino ineludible para volver a conectar a la sociedad con quienes ocupan cargos públicos. Pocas semanas atrás, en este mismo espacio, se remarcó la necesidad de que quienes fueron elegidos en diferentes roles hagan su mejor esfuerzo por representar los intereses de sus representados. Que no claudiquen ante la tentación de servirse del lugar de privilegio, sino en servir a quienes representan. Fue también parte de la enseñanza que dejó Francisco y que seguramente tomará León XIV. La Iglesia acaba de transitar 12 años de revinculación con los fieles. Una etapa necesaria para una institución con 2 mil años de trayectoria.
Vaya contraste el que vimos por estas horas en las tierras de Francisco. Parece que su legado ya quedó en el olvido para muchos que incluso hasta ensayaron pena por su partida.
No puede ser una opción tener un prontuario limpio para ejercer cargos públicos. Debe ser una exigencia como punto de partida, pero que además sea vector para el tránsito de la carrera política.
Ya “la picardía” del Senado aseguró que por este año el tema Ficha Limpia no pueda volver a tratarse. Tal vez sea una buena idea, mientras tanto, consultar a los argentinos qué piensan de este tema y si es necesario avanzar para salvar el cajón.