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Una aparición dañina que obliga a planificar estrategias urgentes para el próximo ciclo

La aparición repentina y masiva de la chicharrita, y consecuentemente el spiroplasma, fuera de su habitual zona endémica provocó una señal de alarma y un daño de envergadura aunque aún no del todo especificado en el cultivo de maíz, especialmente en Córdoba.
La plaga, presente históricamente en el norte del país, pero con poblaciones no tan significativas y daños marginales, este año presentó una explosión que la hizo llegar hasta la zona central de la Argentina y desembarcó en el corazón productivo del maíz. Distintas estimaciones ajustaron fuertemente a la baja el volumen de cosecha del cereal a partir de la enfermedad transmitida a las plantas y que se manifiesta con síntomas graves como entrenudos acortados, exacerbada prolificidad y aparición de espigas múltiples infértiles, acortamiento del período de llenado de granos, con la consecuente caída del peso de estos y en ataques severos, la muerte prematura de plantas. A raíz de esto, a nivel nacional ya se recortaron al menos 7 millones de toneladas de maíz de las 57 millones que originalmente se esperaban cosechar. Pero aún resta mucho y las cifras podrían seguir descendiendo.
Ahora bien, este cisne negro que no se pudo anticipar y que es una muestra más de las dificultades de tener una fábrica a cielo abierto, como es la producción agrícola, obliga a mirar el horizonte y acelerar las estrategias frente al próximo ciclo, más allá de no tener certezas aún sobre si esta proliferación de chicharritas volverá a manifestarse en el ciclo 2024/25. Los especialistas tampoco pueden garantizar que la plaga sostenga la magnitud en la próxima campaña.
Pero lo que no se puede permitir es no hacer nada y simplemente esperar a que no vuelva a ocurrir. El daño es de una envergadura mayúscula en términos generales, pero dramática para el productor que pierde buena parte de su cosecha por este factor inesperado; y que había sembrado con la ilusión de revertir los últimos años de sequía.
Es en este punto que resulta imperioso articular desde ahora acciones entre el Gobierno nacional, provincias, organismos técnicos y productores para elaborar acciones que permitan actuar desde ahora para no repetir la experiencia e intentar controlar la plaga. Vale destacar aquí trabajos de organismos como el INTA, que ya están con sus principales referentes, o equipos de universidades nacionales. Se sabe, ya hay grupos de investigación que trabajan en el caso y que necesitan el acompañamiento para que puedan avanzar a mayor ritmo. Hay experiencias en lotes que fueron menos afectados y sobre esos materiales habrá que poner una lupa y construir soluciones como las que en alguna oportunidad se desarrollaron para el Mal de Río Cuarto, que coincidentemente utiliza un vector similar.
En las condiciones actuales, el país no se puede dar el lujo de perder cuantiosos volúmenes de producción y miles de millones de dólares y no ensayar una respuesta al problema.