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La crisis de confianza provoca un derrumbe económico y político

Columna de la Sociedad Rural de Río Cuarto publicada este viernes en el suplemento Tranquera Abierta de Diario Puntal.

 

El 2020 quedará marcado a fuego por el año de la pandemia y el derrumbe económico, que ubica al país en una crisis sin precedentes, con todos los indicadores sociales en una peligrosa curva negativa.

Mientras la economía cruje, la política se resquebraja, con actores que parecen más abocados a profundizar una grieta incomprensible en lugar de buscar las soluciones urgentes.

Los debates en los programas políticos siempre terminan en tristes espectáculos, frente a un público azorado por el bajo nivel propositivo.

El oficialismo justifica la situación en la herencia recibida y en la pandemia que destruye la economía global. Desde la oposición argumentan que los efectos de la crisis no están en la pandemia sino en la extensa cuarentena que paralizó la actividad en diversos sectores y en la impericia del Gobierno para afrontar los problemas.

Un ida y vuelta sin sentido que escudriña el pasado, discutiendo siempre la historia de los últimos 75 años, sin mirar el futuro. Y lo que es peor, sin autocríticas y sin asumir culpas mutuas.

Por distintas circunstancias, en menos de un año el Gobierno fue perdiendo su principal capital político a la hora de asumir: el índice de confianza y de expectativas de la población.

Esto no sólo se debe a una economía que venía muy golpeada y que se ve agravada por la pandemia, sino también a la sucesión de desaciertos en el terreno político que resienten la calidad institucional.

En este contexto se ubican el proyecto de reforma judicial, los intentos de avanzar sobre la propiedad privada, la inacción ante las usurpaciones -con la censurable participación de funcionarios y organizaciones afines a un sector del Gobierno-, la decisión de la Oficina Anticorrupción de no ser más querellante de causas emblemáticas, el impuesto a la riqueza, los ruidos internos en una heterogénea coalición gobernante, con posiciones antagónicas entre sus actores, etc…

En definitiva, pérdida de credibilidad y crisis de confianza que hace eclosión en la economía.

Si no, cómo se explica que una exitosa negociación con los bonistas sólo calmó al mercado unas pocas horas y luego la brecha cambiaria se profundizó.

En los últimos días se instaló el tema de la “bimonetarización”, reconociendo el problema con el dólar -tantas veces negado- y asumiendo que la gente se refugia en esa divisa ante la depreciación del peso.

Esto sitúa a la Argentina como uno de los países más baratos del mundo medido en dólares. Sin embargo, las empresas multinacionales no miran a nuestro país como una oportunidad. Por el contrario, muchas de ellas están en retirada.

Los analistas económicos reflejan que la inseguridad jurídica conspira contra las inversiones.

Por ejemplo, comprar terrenos o campos es de alto riesgo ante la falta de una política clara y contundente en defensa de la propiedad privada, lo que quedó expuesto con la pasividad ante las usurpaciones.

Además, si alguien se capitaliza por más de 200 millones de pesos quedará encuadrado en el impuesto a la riqueza.

Y por último, tampoco hay garantías de que cuando empiece a producir no se cambien las reglas de juego.

Por eso, es necesario construir confianza para reactivar la economía. Fijar un punto de partida y un objetivo, con respeto a las instituciones, reglas claras y previsibilidad. Por cierto, esto excede a un partido gobernante y requiere de una amplia concertación política, económica y social.