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La salida es con más producción, no con más impuestos al agro

La inversión genera en las economías mayor productividad, más desarrollo, más empleo y en definitiva, más riqueza. Por el contrario, cuando se atenta contra ella el resultado es siempre negativo: estancamiento en el mejor de los casos.
Por eso es que los sectores productivos en general del país y el agropecuario en particular insisten tanto con la necesidad de bajar la carga tributaria y para ello, que se ordenen de una vez las cuentas del Estado. Sino lo que se observa es más de lo mismo; lo que viene ocurriendo con un nivel de gasto estatal desorbitado y fuera de la realidad, sin importar si se trata de un buen o mal año para el país. Siempre hay margen para ampliar las erogaciones del Estado. El resultado es esta crisis sin precedentes en donde la acumulación de desequilibrios termina por llevar a la Argentina y a la sociedad a una situación de máxima tensión. Cuando los problemas no se corrigen, el tiempo sólo los agrava.
La fórmula de ampliar el gasto e intentar compensarlo con más impuestos hace rato que pasó la línea de lo posible. De allí el déficit crónico que arrastra el país y que sin financiamiento externo, se cubrió con más y más emisión. La inflación fue la consecuencia inevitable y predecible. La pobreza es la secuela más descarnada. Pero en el día a día hay sectores que son agobiados con la presión tributaria cuyo máximo exponente es el de los derechos de exportación. En Argentina, el que exporta debe pagar para eso. En otros países prefieren fomentar el comercio exterior porque saben que detrás se desarrolla un círculo virtuoso que termina redundando en crecimiento. Y eso es posible porque los recursos que ingresan por esa vía incentivan a los sectores a mejorar, a ser más competitivos. Y para eso destinan parte de su renta a la inversión. Es la forma de no retroceder casilleros en un mundo en el que los mercados se pierden con facilidad y se ganan con mucho esfuerzo y perseverancia. Las retenciones son un atentado contra la conservación u obtención de mercados en el mundo. Buscando mayor recaudación hoy, ponen un tapón para que haya más ingresos mañana. Una solución cortoplacista y que dinamita el futuro.
No es difícil de comprender, pero la tentación de los sucesivos gobiernos a no corregir los desequilibrios con recortes de gasto sino con más recaudación, profundizó el pozo. Y el actual Gobierno parece no ser la excepción porque, aunque el presidente Javier Milei llegó con el mensaje de bajar la presión tributaria, lo que terminó impulsando es lo contrario al incorporar a muchas economías regionales al aporte de derechos de exportación en un 15% y luego aumentarlas para los derivados de la soja y también para el maíz y el trigo. Es decir, si eso se cumple -para lo cual se viven horas decisivas en el Congreso- el sector agropecuario tendrá más presión tributaria que antes.
Es sabido que el país transita momentos de máxima dificultad, pero justamente en esa coyuntura es una pésima idea cargar impositivamente a sectores como las economías regionales que fomentan la producción y el empleo en las más variadas regiones del país, con escalas que es impide hacer frente a semejantes cargas tributarias. Buscando el atajo de una mayor recaudación el Gobierno atentará contra la viabilidad de todas esas economías y finalmente puede agravar más el curso de las cosas.
Es fomentando la producción y el trabajo como Argentina volverá a encontrar la senda de crecimiento y el desarrollo que perdió hace tiempo, y nunca atentando contra los que pueden aportar a la solución y a la salida de esta extensa crisis que viene agravándose por el uso de una medicina inadecuada.