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Sequía: proponen la siembra de alfalfa en primavera

La ingeniera Julieta Bonvillani hizo su tesis de maestría sobre la posibilidad de sembrar la leguminosa en primavera para poder alimentar a la hacienda en noviembre o diciembre. El truco, dice, es implantarla cuando todavía no hace tanto calor: a principios de primavera.

La posibilidad de sembrar alfalfa en esta primavera, cuando la sequía del pasado verano ha dejado a los campos sin pasturas y sin la posibilidad de implantar verdeos de invierno, abre una “ventana de esperanza” para muchos ganaderos de la región y también para los sistemas agrícolas ganaderos, la posibilidad de incorporar esta especie en las rotaciones entre cultivos, obteniendo los beneficios que trae aparejada esta especie.

Esta interesante posibilidad de hacerse de forraje luego de la seca más importante de los últimos 50 años, como dicen algunos memoriosos (o cuidadosos atesoradores de datos estadísticos), es uno de los resultados más interesantes de la tesis de Maestría sobre “Emergencia y establecimiento de alfalfa (Medicago sativa) con distintos grados de reposo invernal en diferentes condiciones ambientales”, que este miércoles fuera defendida por la ingeniera agrónoma María Julieta Bonvillani. Dirigida por los ingenieros Héctor Pagliaricci y Alfredo Ohanian, la docente de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UNRC accedió así al título de máster en Ciencias Agropecuarias que se ofrece en nuestra universidad.

“Debido a la intensa sequía que afectó a esta región, se ve limitada la posibilidad de los productores de sembrar alfalfa en otoño, por lo que resulta interesante ver la posibilidad de aprovechar los resultados que veníamos obteniendo con la siembra de distintas variedades en la fecha habitual y en primavera, con los grupos de reposo invernal 6 y 10”, afirmó la ingeniera Bonvillani.

Explicó entonces que si bien la siembra de otoño es siempre la más recomendada para la alfalfa, porque permite una mejor estructura y desarrollo de la planta, la siembra de primavera permite adelantar la puesta en producción de una pastura sin esperar al próximo año para recién implantarla. “Y en unos tres meses ya podemos tener algo de producción para su aprovechamiento”, precisó.

La experiencia

De acuerdo con lo manifestado por la profesional, el ensayo se dividió en una primera etapa de laboratorio en cámara de germinación, en donde se usaron tres tratamientos: en uno se pusieron a germinar las semillas en condiciones óptimas de germinación (a 200C) y los otros dos se hicieron a dos temperaturas extremas, una simulando una siembra tardía de invierno o de comienzos de primavera, a 100C, y la otra con una alta temperatura (300C) simulando una siembra tardía de primavera o muy temprana en otoño.

“Lo que se observó en esta primera parte es que a medida que se va aumentando la temperatura se van acelerando los procesos  o sea la aparición de las hojas en los diferentes estadíos de crecimiento de la planta, pero siempre con menor tamaño que en las condiciones óptimas”, precisó Bonvillani, para destacar que quedó de manifiesto que lo ideal es alrededor de los 200C, porque en esas condiciones se obtuvieron los mayores pesos y los menores cuando la temperatura es mayor.

Dijo al respecto que esto se puede asimilar mucho a los que son las condiciones de siembra, porque en otoño, especialmente en el mes de marzo, en los suelos hay normalmente una adecuada humedad y temperatura que hacen que la planta germine y se desarrolle bien, priorizando el sistema radicular. Pero si esta siembra se retrasa mucho, se corre el riesgo de que la plántula sea afectada por las primeras heladas.

“En primavera, en cambio, si se siembra temprano, con menos temperatura porque se viene del invierno, esa primera etapa va a ser más lenta, pero luego al ir aumentando la temperatura, las lluvias y alargándose los días, el desarrollo es mucho más acelerado y se prioriza el crecimiento aéreo antes que el radicular”, puntualizó.

Después se replicó la experiencia a campo, con siembras de otoño y de primavera durante dos años y viendo todo lo que pasaba en el cultivo a nivel de establecimiento de la pastura, hasta el primer corte para su aprovechamiento.

“Las respuestas que obtuvimos fue el establecimiento del cultivo fue más adecuado en siembras de otoño, mientras que en primavera esta primer etapa se vio más afectada por las altas temperaturas ocurridas luego de la emergencia de las plántulas. Y si bien en este estudio no hubo efecto de las malezas en primavera, éste es un factor sumamente importante y decisivo para el establecimiento y persistencia de la alfalfa en esta época, indicó la ingeniera Bonvillani.

Pero el principal resultado fue que la producción de pasto en el primer corte, realizado en noviembre o diciembre para las dos épocas de siembra, en la de otoño se obtuvieron 3.000 kilos, mientras que en la de primavera no llegó a los 2.000 kilos. “Pero hay que tener en cuenta que para la siembra de primavera, el tiempo entre siembra y primer uso fue menor, con la ventaja de obtener una producción aceptable en sólo 3 meses, en comparación con la siembra de otoño que tuvo 8  meses”, señaló, para destacar la importancia de poder realizar este tipo de siembra cuando las complicaciones climáticas como las de este año, impiden la siembra normal de otoño.

Destacó, en tal sentido, la posibilidad de incorporar a la alfalfa también en las rotaciones con los cultivos agrícolas, ya que la pastura no sólo serviría como forrajera sino que además se mejoran las condiciones de fertilidad y estabilidad del suelo, por los aportes que hace la leguminosa.

Manejo

En función de los resultados obtenidos, Julieta Bonvillani afirmó que lo ideal a la hora de planificar la siembra de alfalfa en primavera, es evitar las altas temperaturas que suelen darse en esa época. Lo recomendable, entonces, es sembrar lo antes posible, no más allá de la segunda quincena de septiembre, siempre y cuando hayamos tenido algo de lluvia. “No importa si la temperatura es muy baja todavía, porque esto no afecta a la alfalfa, ya que germina a temperaturas muy bajas (50C). Pero si se retrasa la siembra, esta coincidirá con altas temperaturas, pudiendo disminuir mucho el stand de plantas”, enfatizó. En cuanto a los cultivares, no encontraron diferencias entre sembrar el de grado de reposo invernal de 6 y el de 10. “Lo único que puede variar es que la de mayor reposo invernal podría aprovecharse más hasta entrado el próximo otoño, con un mayor ciclo productivo que la de grado menor”.

Otro dato importante que aportó la docente de la FAV UNRC es que como el ensayo abarcó cuatro años, ya que recién se roturó el año pasado, se observó que no hubo diferencias de producción entre épocas de siembra y que sobre el final, la estructura de la planta en cuanto a diámetro de corona, peso de corona y de raíz, era mayor la sembrada en primavera que la de otoño.

“Por eso decimos que, en las condiciones actuales de sequía y riesgo de primeras heladas, se recomendaría no sembrar la totalidad de la superficie en esta época, sino esperar hasta las primeras semanas de septiembre y observar los resultados a campo”, concluyó.

JORGE VICARIO. PUNTAL TRANQUERA ABIERTA