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Insistir con más distorsiones, aún cuando nunca dieron buenos resultados.

El Gobierno parece empecinado en aplicar una única receta para cualquier tipo de dificultad que deba enfrentar en materia económica. Y esa misma respuesta, naturalmente, siempre termina generando los mismos efectos, que nunca hasta aquí fueron positivos, salvo en alguna ocasión para unos pocos.
Lo cierto es que en los últimos días, y ante lo que ocurre en el mundo con los incrementos de las materias primas y los commodities a consecuencia de la invasión rusa en Ucrania, volvieron a aparecer nuevamente quienes sólo tienen una herramienta en su caja a proponer intervenir más aún el comercio exterior. En un momento en el que la coyuntura hace que los principales productos exportables del país tengan alto valor, la receta son medidas para “desacoplar”, que en definitiva terminan siendo adicionales a los derechos de exportación. La figura del fideicomiso, que hace un tiempo ya venía alentando el secretario de Comercio Interior, Roberto Feletti, finalmente se puso en marcha para el trigo. Y se resolvió en una mesa en la que, curiosamente, no había productores de ese cereal sentados para dar su opinión. Por supuesto que bajo esa circunstancia el único perdedor es el ausente de esa convocatoria. Los exportadores aparecen como los que destinan una parte de los recursos a ese fondo para contener el precio de la harina y los fideos en el mercado interno. Pero ese aporte, en realidad, se lo descuentan al productor, por lo que en definitiva, el que pierde es siempre el primer eslabón de la cadena, sobre el que se descarga todo el peso de las medidas distorsivas que de manera reiterada lanza el Gobierno.
No conforme con eso, y a pocos días de la puesta en vigencia de esa disposición, el ministro del área que curiosamente se denomina Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, anticipó que probablemente haya que profundizar el mecanismo porque los precios internacionales del trigo siguen subiendo.
A semanas de comenzar a decidir la campaña fina, está claro que la política del Gobierno no apunta a generar crecimiento en hectáreas sembradas del cereal para impulsar un mayor volumen de divisas y movimiento económico en nuestro interior productivo. Ya las condiciones climáticas, en muchas zonas del país, no dejarán a la fina un buen escenario por la sequía del verano. Si a eso el Gobierno le aplica distorsiones en los precios y los insumos siguen trepando en valor, será difícil imaginar una gran campaña de trigo, especialmente en las zonas más marginales donde se siembra ese cultivo.
No conforme con eso, los rumores se trasladaron ahora a la leche. El sector atraviesa un momento muy complicado por el incremento de los granos que fijan los precios de los alquileres y son la base alimentaria de los rodeos. Del otro lado de la ecuación el precio que le pagan al tambero va por la escalera, se liquida con demoras por parte de la industria, que además le fija unilateralmente el precio de lo que ya entregó.
Sobre eso, ahora hay temor de mayores intervenciones en la cadena láctea por parte del Gobierno Nacional que sigue de cerca el valor de la leche en polvo que está en máximos históricos en el mundo, cercano a los 5 mil dólares la tonelada. ¿Qué podría hacer el Gobierno ante eso? Aplicar su única receta: limitar o cerrar exportaciones para contener los precios puertas adentro mientras pone en riesgo la continuidad de los tambos que necesitan equilibrar una ecuación rota. La misma herramienta que en 2006 ya se aplicó para la carne; 16 años después aún se cree que el final será distinto.