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Los productores, entre la sequía, las indefiniciones y los cantos de sirena

Mientras el mundo gira, los productores agropecuarios empezaron a encontrarse finalmente con la realidad dentro de los lotes sembrados meses atrás: una producción que lejos de las expectativas que había al comienzo de la campaña, fue deteriorándose por el efecto climático y que se convirtió en un dramático desastre de escasa referencia histórica.
Aun peor a lo imaginado, el resultado productivo se sigue recortando y con eso crecen las complicaciones económicas y financieras para seguir adelante. Hay ya un ciclo de fina que asoma y para muchos implicará un enorme desafío poder recorrerlo, sin recursos y sin financiamiento.
El Gobierno, frente a eso, puso en marcha esta semana el Dólar Soja 3; o al menos lo anunció. En los hechos, cuando debía ser un esquema más aceitado y previsible por tener dos antecedentes en septiembre y diciembre del año pasado, resultó todo lo contrario. El primer efecto que causó fue el de una confusión generalizada de los distintos eslabones comerciales que recorrieron las primeras jornadas sin el faro de los precios. No había referencia del valor de la soja. Las exportadoras, que fueron parte del anuncio del ministro Sergio Massa, brillaron por su ausencia. En las últimas dos jornadas comenzaron a aparecer precios, pero lejos de las expectativas previas de los productores. Así, nuevamente los mayores beneficios de un mejor tipo de cambio serán para quienes estuvieron sentados en el anuncio.
Por otro lado, es sabido que muchas actividades que utilizan a la oleaginosa o sus derivados como insumo ven incrementados sus costos artificialmente de un día para el otro sin que eso implique una mejora en sus ingresos. A su vez, muchas de esas actividades están hoy atravesando la peor parte de los efectos de la sequía por lo cual se profundiza más aún su difícil situación. Será un año complejo, sin dudas.
Y puesto en perspectiva, además, el 2023 tiene por delante un proceso electoral que ya se puso en marcha y en el cual, esa misma dificultad productiva derivada de la tercera Niña consecutiva, puso a la actividad agropecuaria a la fuerza en la agenda. Y eso fue posible por la gran preocupación que le genera a la dirigencia el saber que habrá unos 20 mil millones de dólares menos este año aportados por el sector vía exportaciones. En una economía frágil, y gestiones que no supieron capitalizar los extraordinarios recursos inyectados por la actividad agropecuaria en los últimos 20 años, las secuelas empiezan a florecer. Y además, deja en evidencia que el camino tomado hasta aquí no es el correcto porque sólo agravó la situación del país y su población.
En este punto resulta imperioso que quienes apuestan a asumir la conducción del país el 10 de diciembre no sólo estén dispuestos a cambiar de rumbo, sino a saber cuál escoger y cómo hacerlo. Por eso fue importante observar esta semana cómo algunos precandidatos a presidente de distintos espacios políticos dieron su visión en una convocatoria realizada por la Sociedad Rural Argentina. Y fue interesante ver que los discursos apuntaron a lo que las entidades gremiales del campo vienen manifestando: equilibrio entre ingresos y gastos del Estado, baja impositiva, eliminación de retenciones, tipo de cambio unificado y reglas de juego claras y perdurables en el tiempo. No hubo casi disidencias en ese sentido, pero se sigue observando la necesidad de conocer el cómo piensa cada uno llevar adelante el plan para alcanzar esos objetivos. Algo no menor a menos de 9 meses del cambio de gobierno en Argentina.