Facebook
Twitter

Una nueva oportunidad para retomar un camino de trabajo y producción

En medio de un clima de numerosas dificultades y obstáculos, las elecciones del próximo domingo aparecen como una nueva oportunidad para intentar retomar senderos que la Argentina abandonó hace tiempo y que la habían colocado como una referencia regional y un actor de relevancia en el mundo.
Desde el extremo sur del planeta, sus condiciones naturales y el trabajo de su gente habían sido una combinación que le permitieron colocarse el título de “granero del mundo” por su capacidad de abastecer de alimentos básicos a buena parte del planeta.
Pero el mundo evolucionó, se complejizó, y Argentina quedó en parte detenida en el tiempo. Perdió terreno frente a competidores que al inicio de la carrera la perseguían desde atrás y que hoy lograron superarla, y algunos sacándole una amplia ventaja. El ordenamiento y las prioridades que la sociedad argentina se dio en las últimas décadas claramente fueron fundamentales para que eso ocurra. Sus caminos zigzagueantes, sus idas y vueltas, sus enfrentamientos internos sin sentido y hasta políticas que atentaron contra sus principales activos fueron apenas algunas de las razones que la hicieron descender varios escalones, no sólo en términos productivos, sino especialmente en la calidad de vida de su población; en su sistema educativo y sanitario. Hoy los índices de pobreza son escalofriantes aun con una abundante inyección de recursos que surgen de manera directa del Estado. Habiendo utilizado ya esa herramienta, más del 40% de la población es pobre y el 60% de los niños y adolescentes. En ese punto hay otro elemento de dificultad: un Estado que cruje por falta de recursos.
Y si el escueto repaso histórico puede garantizar algo es que no puede adjudicarse a la sequía del último ciclo agrícola todos los males que atraviesa el país, que desde ya tienen razones mucho más profundas y extendidas en el tiempo, algo que revela que hubo acumuladas gestiones de gobierno sin capacidad de revertir una tendencia que se manifiesta casi constante. Y estos últimos cuatro años no fueron la excepción y terminaron con además con un Poder Ejecutivo desdibujado y corrido del centro de la escena y de la toma de decisiones, en una nueva versión de ausencia ante la crisis.
Es en este punto que las elecciones del próximo domingo se erigen como una nueva oportunidad para detener el proceso de decadencia y comenzar a transitar caminos que la Argentina conoció y que le permitieron ser la tierra de atracción para miles y miles de inmigrantes de todas partes del mundo que veían aquí la posibilidad cierta de un futuro mejor. Esa puerta de ingreso hoy se invirtió.
Hay un dato central que permite que aquella esperanza de un horizonte de crecimiento y desarrollo pueda volver a dibujarse: el potencial que ofrece la agroioindustria sigue intacto, pero se le van sumando otros motores que poco a poco van ganando potencia, como Vaca Muerta, el litio, la minería en general y la Economía del Conocimiento. La próxima gestión deberá apuntalarlos para dejar de perder posiciones, porque los competidores siguen corriendo. Es imperioso generar un shock de inversiones, pero para eso hace falta una batería de políticas que además de fijar determinadas condiciones inalterables, den confianza a quien tiene que poner su capital para incrementar los niveles de producción y generar más puestos de trabajo. Y entre las señales que deben surgir desde el primer día está la austeridad en el manejo de los recursos públicos. El país no puede vivir un minuto más con un déficit que incrementó primero los niveles de endeudamiento y luego desató una emisión sin freno. Hace falta orden y previsibilidad, para que haya producción y trabajo.