El Gobierno nacional sorprendió a pocas horas de asumir con una desagradable propuesta para el campo: reimplantar los derechos de exportación a todas las producciones en un 15% sin importar sus características, su situación económica o productiva, ni la región.
La decisión confirmada ayer por funcionarios nacionales provocó el lógico rechazo de todas las entidades, lo que derivó en una vía alternativa para analizar en mesas técnicas cada una de las economías regionales que serían alcanzadas con el tributo. Es que no sólo los pretende subir en el caso del trigo y el maíz que de 12% pasarían a tributar 15% cuando la fina está en plena cosecha; sino que daría marcha atrás con la eliminación de los derechos de exportación a todas las economías regionales que están tratando de salir de uno de los peores años de la historia productiva nacional. Justo en ese momento, el actual Gobierno decide echar por tierra todas sus promesas y avanzar sin sentido sobre esas producciones federales que generan arraigo y actividad económica lejos de los conurbanos, y que intentan mantenerse en pie contra viento y marea.
En ese caso puntual, además, se demostró una y mil veces que el rédito fiscal es prácticamente nulo y la carga para esas producciones puede marcar la diferencia entre la viabilidad o no de su actividad. En el caso de Córdoba, hay sectores que atraviesan una dificultad mayúscula como la lechería, donde el impacto sería letal. Por eso, al unísono, las entidades del agro rechazaron de plano la reimplantación de medidas que van contra las posibilidades de subsistencia de miles de productores de todo el país. Se sabe de la gravedad de la situación argentina, de la herencia de un Gobierno que aplicó toda la mala praxis económica posible y que dejó a casi la mitad de la población debajo de la línea de la pobreza. Pero frente a esa titánica tarea por revertir la situación, insistir en las recetas que nos trajeron hasta acá parece poco aconsejable.
Los sectores productivos celebraron el primer paso del ordenamiento cambiario y el intento de equilibrar las cuentas de un Estado desbordado en el gasto. Pero se debe hacer un esfuerzo por controlar el gasto y no buscar compensarlo con más tributos.
Es imperioso destacar que no hay margen para sumar carga tributaria, en particular en aquellas actividades que sostienen a los argentinos en el norte, en la Mesopotamia, Cuyo o la Patagonia, lugares que exigen un instinto de supervivencia aún mayor ante las adversidades.
En favor de esas economías y esos argentinos, es imperioso que con mucho esfuerzo y detalle se analice la situación caso por caso con el objetivo de evitar empujarlos a la inviabilidad.
La hora impone incomodidades y adversidades a todos los argentinos y está claro que el contexto económico es uno de los peores que se recuerden. No será fácil cruzar el cúmulo de obstáculos, pero los productores agropecuarios seguramente estarán a la altura de las circunstancias intentando aportar una vez más para que el tránsito sea algo menos difícil para aquellos sectores que se encuentran en las peores condiciones y que representan a casi la mitad de la población. No es la primera vez que un Gobierno apuesta a recetas de este tipo, pidiendo esfuerzos adicionales al sector productivo, pero la expectativa es que esta vez sea para que de una vez la Argentina pueda recuperar el camino del crecimiento.
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